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Mientras Llega MaÑana 70

Al día siguiente Daniel se marchó inmediatamente después de comer; tenía que dar su primera clase en la Universidad. Creo que estaba más preocupado por dejarme sola con los niños que por la novedad del trabajo. Tuve que empujarle, prácticamente, para que se marchase.
-Venga, me dejas con dos bebés, no me van a abducir ni van a tomar el mando de la casa.
-No hagas tonterías, Nefertiti, de las que después tengamos que arrepentirnos. Recuerda que todavía estás delicada.
-Vete, pesado-le dije ya en la puerta. O llegarás tarde el primer día. Y no te enamores de ninguna alumna, ni dejes que ellas se enamoren de ti.
Cuando se fue volví a la cocina, donde los niños estaban en el parque que les habíamos comprado, jugando tranquilamente. Aproveché para poner en marcha el lavavajillas y despejar la mesa, y luego decidí que les llevaría a la sala para que jugasen con una manta, regalo de Elia, con dibujos de animales, que cuando se tocaban, emitían el sonido típico de cada animal: había una oveja que balaba, un caballo que relinchaba, una vaca que mugía…No podía llevarme a los dos a la vez, saqué primero a Clara y luego a Ernesto y les puse encima de la alfombra, con la manta. Me senté a su lado, en el suelo, y les hablé. Me preocupaba que no hubieran tenido en el centro la suficiente atención de manera individual, y pensaba que era bueno hablarles mucho, pasar tiempo con ellos, para que se acostumbrasen a la vida familiar. Ya se mantenían bastante bien sentados, aunque de vez en cuando todavía rodasen hacia un lado; sobre todo Ernesto, que pesaba algo más que la niña. El peso, otra cosa que me preocupaba. Cuando llegaron estaban un poco por debajo de lo normal para su edad, pero esperaba que ahora que ya se habían acostumbrado a las papillas, se recuperasen lo suficiente.
La tarde se me pasó muy pronto, entretenida con mis hijos, y cuando me quise dar cuenta, estaba oyendo la puerta del garaje. Había llegado Daniel.
-Llegas justo a tiempo para el baño. ¿Qué tal tu primer día?
Me besó y les cogió a los dos en brazos hacia el cuarto de baño.
-Muy bien, aunque os eché de menos a los tres. Pero ha sido una experiencia interesante. Al principio me parecía raro estar hablando ante cincuenta chicos que poco o nada saben todavía de Periodismo, pero creo que la mayoría tienen interés y aprenderán pronto. Y estos dos, ¿cómo se han portado?
-Muy bien, han sido buenos chicos. Han merendado bien, han jugado.
-Espero que no les hayas sacado a pasear tú sola. La silla pesa demasiado.
-No, no he salido. Además la tarde no ha estado apacible. Hacía demasiado frío para ellos. No les he sacado ni al jardín.
Les bañamos, se tomaron su biberón y enseguida se quedaron dormidos. Pudimos cenar tranquilos.
-¿Sabes?-me dijo Daniel. Esto es lo que siempre he querido.
-¿El que?
-Esto, lo que ahora tenemos. Volver a casa y que alguien me espere, dejar de estar solo. No espero que tú lo entiendas, pero para mi es importante abrir la puerta y verte con los niños; bañarles, cenar juntos. Al fin y al cabo, tú siempre has vivido en familia.
Le puse delante el plato con el postre, y mirándole fijamente, negué con la cabeza.
-Pues te equivocas de medio a medio. Es verdad que siempre tuve una familia, o eso pensaba. Pero no había tal. En ocasiones es preferible la soledad a estar acompañado por alguien que no está. No quiero recordar épocas de mi vida que ya pasaron, pero si puedo decirte que no hay nada tan triste como añorar a alguien que está a tu lado. Yo también estuve sola mucho tiempo; y esperaba, no se qué esperaba en concreto; pero deseaba que en algún lugar alguien me escuchase, que se interesase por lo que yo decía. Quizá por eso me sentí tan bien cuando llegué aquí hace casi un año y me di cuenta de que tú me prestabas atención.
-Es que mereces que te preste toda la atención del mundo. Ven, siéntate aquí-me dijo, atrayéndome a sus rodillas.
Le eché los brazos al cuello, y me envolvió la familiaridad de su olor.
-Dani…
-¿Sabes que a nadie más que a ti le permito que me llame así?-me interrumpió. Sigue, ¿Qué ibas a decirme?
-No se si debo hacerlo, porque nunca se deben de decir estas cosas a un hombre, pero da igual. Hoy me has pillado con la guardia baja. No te vayas nunca de mi vida; no lo soportaría.
-No tengo pensado hacerlo. ¿Adonde voy a ir?
Un llanto que llegaba desde el cuarto de los niños nos interrumpió.
-Ya voy yo-me dijo. Creo que es Clara; habrá perdido el chupete en sueños y no lo encuentra. Sirve el café, ahora vuelvo.
Y volvió, pero con la niña, que tenía los ojos abiertos como platos, en brazos.
-¿Y ésta que hace aquí?
-No quise dejarla en la cuna para que encima despertase a su hermano
-Vaya por Dios, ya se sabe quien será la rebelde de la familia.
Daniel se sentó con la niña en brazos, que se entretenía metiendo y sacando el chupete de la boca, sonriendo contenta por ser el centro de atención.
-¿Tú crees que a ella también tendré que salir a buscarla de madrugada? Ya estaré viejo para aquel entonces.
-Nunca estarás viejo-le dije, besando su cabeza mientras le servía café. Dámela; estarás cansado.
-No, deja que la tenga un rato. Les he echado mucho de menos esta tarde. Es curioso como estas cosas tan pequeñas se te meten en el corazón tan pronto.
-Si los bebés no fuesen tan adorables, el mundo se acabaría; nadie tendría hijos, porque si te paras a pensarlo, lo único que dan es un montón de trabajo.
-Puede. Pero cuando les tienes en brazos te dan ganas de comértelos-contestó besando los mofletes de Clara, que se reía. La barba le hacía cosquillas.
Conseguimos, no sin trabajo, que se durmiese antes de las once de la noche. Ernesto seguía en la misma posición en que se había quedado dormido. Eran muy diferentes en carácter; Clara era más inquieta y Ernesto era el tranquilo, el bonachón.
El mes de octubre pasó antes de que me diese cuenta de que ya estábamos en otoño. El tiempo había cambiado de repente; hacía frío, y encendíamos la chimenea todas las noches. Tres tardes en semana; lunes, miércoles y viernes Daniel iba a dar sus clases, y llegaba a casa hacia las nueve de la noche, a tiempo para ayudarme a bañar a los niños. Elia, Diego y Carlos solían venir todos los fines de semana y se quedaban con nosotros. Cada uno de ellos disfrutaba de los niños de una manera diferente; pero creo que el que más lo hacía era Diego. Mi hermano nunca había tenido contacto con bebés y para él sus sobrinos estaban siendo todo un descubrimiento. Los viernes y sábados eran él y Daniel quienes les bañaban y s encargaban de darles de comer. Elia y yo estábamos bastante asombradas, porque nunca había pensado que Diego fuese tan niñero.
Úrsula me llamaba con frecuencia y estaba al tanto de la evolución de sus hermanos. Cuando llegó el mes de noviembre empecé la cuenta atrás hacia la Navidad; porque entonces llegaría mi hija mayor con su marido, y la familia estaría al completo. De Arturo no supe nada más, y tampoco pregunté. Ya no era asunto mío; le deseaba lo mejor, de todo corazón, pero no era alguien que tuviese nada que ver en mi vida actual. Nuestros lazos estaban rotos para siempre, y ni siquiera podíamos decir que quedase entre nosotros una buena amistad. A veces es mejor mantener lejos las relaciones pasadas. Por desgracia, pronto me daría cuenta de que en ocasiones el pasado intenta volver.



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Beth11 de septiembre de 2011

6 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    "En ocasiones es preferible la soledad a estar acompañado por alguien que no está".

    Eso si es terrible. Hay una canción de Yuri llamada "detrás de mi ventana" que me remite a esas líneas.
    Veo que Daniel esta muy entusiasmado con Clara y Ernesto y que decir de Diego.
    Ay, amita, que gusto verlos tan contentos y a Elena tan enamorada.

    Un abrazo.

    Sergei.

    13/09/11 04:09

  • Vocesdelibertad

    Me alegras que dejaras tan interesante la historia, porque vine hasta hoy a la oficina y ya veo que hay otras páginas colgadas . Qué bien que Daniel haya abierto las puertas de par en par para dejar entrar a esos dos pequeñuelos y Elena ni hablar, una madre cuidadosa y amorosa.
    Abrazos

    13/09/11 04:09

  • Beth

    ¿Ves gatito? Al final parece que todas las cosas se van arreglando

    13/09/11 05:09

  • Beth

    Bueno, Elena ya tenía cierta experiencia como madre,querida Voces y estaba ansiosa por repetir

    13/09/11 05:09

  • Endlesslove

    "Yo también estuve sola mucho tiempo; y esperaba, no se qué esperaba en concreto; pero deseaba que en algún lugar alguien me escuchase, que se interesase por lo que yo decía".
    Cuanta soledad la que vivió helena.
    sigo...

    15/09/11 07:09

  • Beth

    La peor de las soledades, la de quien está acompañado

    15/09/11 09:09

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