TusTextos

Mientras Llega MaÑana 73

Volvimos a casa lentamente, sin prisas, aunque ya estaba haciéndose de noche. Apenas habíamos entrado en la finca cuando sonó mi móvil. Era Daniel, que me llamaba entre clase y clase para saber los resultados; estaba preocupado. Le tranquilicé, pero decidí contarle lo de Carlos antes de que llegase a casa; así le daría tiempo a hacerse a la idea y sería menos penoso cuando nos tocase enfrentarle, en el momento de la cena.
-Las cosas nunca van bien del todo, ¿no?-le dije a Diego antes de entrar en casa
-Es inevitable; cuanto más grande es una familia, más probabilidades hay de que sucedan cosas, buenas y malas. En este caso, hay que tener confianza en que todo salga bien. De entrada, el susto ha hecho que deje de fumar.
-Pues si que debe de estar preocupado.
-Lo está, pero es que aparte se encuentra mal; le faltan las fuerzas, se ahoga al mínimo esfuerzo.
Nos callamos, ya estábamos en casa. Desde la entrada se oía reír a mis hijos, que jugaban con su tía. El abuelo estaba sentado en la mecedora; se reía viéndoles pero le encontré distraído, un poco ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Hacía más o menos veinticinco años que conocía a Carlos. Siempre había sido para mí un aliado, alguien en quien poder confiar en los mejores y en los peores momentos. Él y Leticia me acogieron en su casa como si fuese verdaderamente una hija más; me prestaron ayuda y apoyo cuando nació mi hija, me ayudaron a criarla y suplieron de alguna manera el calor humano que faltaba en mi vida. Sentí mucho la muerte de mi suegra; quizá no sea exagerado decir que tanto como la de mi madre, porque de hecho Leticia había estado más unida a mi que mi propia madre, con quien nunca conseguí llevarme del todo bien. Intenté alejar de mi mente estos pensamientos; no debían verme triste. Pero Elia se dio cuenta. Cuando dejamos a los hombres viendo las noticias en la televisión y al cuidado de los niños, nos fuimos a la cocina; supuestamente a preparar la cena, pero sobre todo para hablar.
-Ya lo sabes-afirmó Elia.
-Si, Diego me lo ha contado. Lo siento mucho, Elia. Pero no hay que desesperar, tengo fe en que logre remontar. Tu padre es fuerte.
-Si, pero es un anciano. Está muy desmejorado.
Le apreté la mano en un gesto de apoyo, de ánimo. Poco más podía hacer.
-¿Lo sabe Arturo?
-Le he llamado, claro, en cuanto nosotros lo supimos. Es su padre tanto como el mío. Pero no espero mucha ayuda de su parte. Para empezar, me ha dejado caer que está muy ocupado, que tiene la agenda repleta de juicios en la siguiente semana. No se ha atrevido a decir que no estaría aquí cuando le operasen, pero ha preparado el terreno.
No dije nada, porque aunque me dolía esa reacción no puedo decir que me sorprendiese. Cuando su madre estuvo enferma no se quedó ni una noche con ella en el hospital; siempre nos turnábamos Carlos, Elia y yo.
Ha tenido la desfachatez-prosiguió mi cuñada-de decir que estaba seguro de que tú le atenderías.
-Y claro que lo haré, pero no por obligación, sino porque le quiero mucho, ya lo sabes. Es parte de mi familia, y siempre lo será.
-Pero eso no impide que mi hermano sea un maldito egoísta. Me tiene harta, te lo juro. ¿Por qué le aguantaste tantos años?
-No lo se. Por cobardía, tal vez, o quizá por desidia y por pereza. Menos mal que reaccioné a tiempo.
Nuestra conversación quedó interrumpida por una algarabía que mis hijos formaban en el salón. Salimos las dos a ver qué pasaba, y era simplemente que su padre había llegado, y pertrechado de un enorme paquete. Me acerqué a besarle.
-¿Qué es eso?
-Lo necesario para montar este fin de semana una cancela en la escalera, para evitar que estos dos se maten o te maten a ti a disgustos.
-Buena idea. No sabes la de veces al día que tengo que salir corriendo a recogerles cuando ya tienen un par de escalones salvados.
En voz baja le dije que intentase disimular delante de Carlos y tratarle como siempre. Me tranquilizó con la mirada, y nos reunimos con los demás. Daniel se acercó a la mecedora donde Carlos descansaba y le saludó alegremente, diciéndole que mañana verían el partido juntos. Diego y él bañaron a los niños, como cada viernes, y nosotras mientras tanto pusimos la mesa y dimos los últimos toques a la cena. Cuando las cosas van mal y tenemos que luchar contra el miedo y la incertidumbre, ayuda mucho el dejarse envolver por la rutina diaria, por las cosas cotidianas que hacemos todos los días y que nos ayudan a conservar la paz y la cordura.
El lunes por la mañana, Diego nos llamó para que supiésemos que el jueves operaban a mi suegro, a las diez de la mañana. Le dije que intentaríamos estar allí los dos, pero que si no podíamos, al menos iría uno de nosotros. Al final fuimos Daniel y yo, porque la señora que habitualmente me ayudaba con la casa, accedió a quedarse con los niños todo el día. Cuando llegamos ya estaban Diego y Elia en la habitación, esperando que viniesen a buscarle para ir al quirófano. Carlos estaba tranquilo, algo amodorrado porque le habían dado un sedante. Les pedí que me dejasen un minuto a solas con él, porque tenía que decirle algo. Me miraron, algo extrañados, pero salieron de la habitación. Le tomé la mano, extrañamente fría y áspera al tacto.
-Suegro, he hablado con tu nieta ayer por la tarde.
-No le habrás dicho que me operaban hoy; no quiero que se preocupe.
-Claro que se lo he dicho; es tu nieta y debe saberlo, y además, si no se lo digo y luego se entera, me mata. Pero déjame que siga, que tenemos poco tiempo. Quiero darte un mensaje de parte de Úrsula.
Me detuve para mirarle; le brillaban los ojos con las lágrimas.
-Quiere que entres en ese quirófano pensando que vas a ganar la batalla, porque espera que los mismos cuentos que a ella le contabas de pequeña se los puedas contar a su hijo, dentro de unos siete meses.
Se le iluminó la mirada, y me interrogó sin hablarme.
-Si, está embarazada. Quería que fuese una sorpresa para estas Navidades, pero esta ocasión es todavía mejor. Así que adelante, con ánimo porque pronto serás bisabuelo.
Justo en ese momento llegaban a buscarle, y cada uno de nosotros nos acercamos a darle un abrazo y decirle que le veríamos en unas horas. Se que estaba desilusionado por la ausencia de su hijo, pero no hizo ningún comentario. En el fondo, supongo que era lo que esperaba.
Beth15 de septiembre de 2011

11 Comentarios

  • Endlesslove

    Sigo leyendo con la esperanza que todo vaya bien para carlos.
    me alegra la noticia de Úrsula , pero de Arturo y su actitud , ni hablar , que pesado ese hombre .

    saludos Beth

    15/09/11 09:09

  • Beth

    Yo creo que me he pasado al hacerle tan desagradable a Arturo, la verdad

    15/09/11 10:09

  • Serge

    Amita, ese Arturo es un desgraciado que colera me ha dado saber que ni para su madre ha estado presente.
    Ojala que Don Carlos salga bien librado de la operación y si no es sí te pido fuerzas para continuar.

    Un abrazo y mi presencia.

    Sergei.

    15/09/11 10:09

  • Beth

    Una caricia en el lomo, mi gatito y muchas gracias por tu presencia

    15/09/11 10:09

  • Norah

    Querida Beth, no temas, has planteado a Aeruro como como es, solo mira su propio ombligo.Beso.

    16/09/11 05:09

  • Norah

    Querida Beth, no temas, has planteado a Aeruro como como es, solo mira su propio ombligo.Beso.

    16/09/11 05:09

  • Norah

    Querida Beth, no temas, has planteado a Aeruro como como es, solo mira su propio ombligo.Beso.

    16/09/11 05:09

  • Norah

    Querida Beth, no temas, has planteado a Aeruro como como es, solo mira su propio ombligo, mio, mira y mirará solo su ombligo.

    16/09/11 05:09

  • Beth

    Por desgracia, hermana, hay muchos hombres así, y mujeres también si vamos a eso. Otro beso enorme para ti

    16/09/11 08:09

  • Vocesdelibertad

    Sabes hasta se hace pequeño el Arturo, con la magnitud de cariño que reciben de quienes no sólo lo aman sino agradecen a la vida por su presencia. Momentos hermosos haces vivir pero también traes tantas situaciones que hemos vivido de esta misma manera.
    Un abrazo fuerte

    19/09/11 10:09

  • Beth

    Si, querida Voces, supongo que en algún momento todos hemos sentido el temor de la muerte, de la enfermedad, de tantas cosas. Un enorme abrazo

    19/09/11 10:09

Más de Beth

Chat