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Morir Sonriendo

Era domingo y estaba sola. Cuando abrió los ojos ya el sol estaba alto en el cielo. Miró el reloj y vio que eran las diez de la mañana. No solía dormir hasta tan tarde, pero había tomado dos pastillas en vez de una y se sumió en el sueño pesado y poco reparador de los tranquilizantes; ese que hace que uno sienta la boca seca y pastosa al despertar, y la cabeza como flotando. Con mucho trabajo se calzó las zapatillas y se encaminó, apoyándose en las paredes como una borracha, hasta el baño.
Cuando salió de allí, quince minutos después, ya se consideraba un poco más persona y fue capaz hasta de desayunar. El día anterior había estado ordenando los armarios y llenando bolsas de ropa para llevar a la parroquia. Siempre se prometía a si misma no acumular cosas inservibles, pero el hecho era que tenía los armarios llenos de ropa de hacía veinte años, que nunca más se pondría y que sobre todo le traía muy malos recuerdos. Lo mejor era arrojar lastre fuera. Ahora en el cuarto de la lavadora, pegadas a la plancha, yacían tres bolsas de basura negras repletas de vaqueros de pata de elefante, faldas de cuadros, jerséis hechos a mano y abrigos que olían a naftalina.
Lo mejor que se podía hacer cuando se pretendía iniciar una nueva vida era desprenderse de todo lo viejo, de todas las ataduras con el pasado. Por eso había decidido también cambiar por completo su dormitorio; la colcha de rayas le traía malos recuerdos y hasta pensaba que era lo que le impedía dormir bien por las noches. Por eso había buscado en el trastero aquella colcha blanca con rosas bordadas que había sido de su abuela. Por algún sitio guardaba las cortinas que hacían juego; mañana las buscaría. Y compraría una alfombra nueva, una alfombra suave que actuase de amortiguador ante los golpes de la vida.
Lavó la escasa vajilla que había usado para desayunar y la dejó que escurriese en el fregadero. Se puso el abrigo; el tiempo era soleado pero todavía algo frío; y decidió salir a dejar la carta que anidaba en lo más hondo de su bolsillo en el buzón de la esquina. Ya tenía el sello; sólo tenía que dejarla caer y mañana él la tendría en su mano. Es cierto que bien podría haberle llamado por teléfono o enviarle un correo electrónico, pero decidió hacer las cosas como se hacían antes. Era una despedida y una explicación a la vez. Le decía, resumiendo mucho los hechos, que estaba desencantada, decepcionada y cansada de esperar cosas que nunca llegarían. Lo habían hablado tantas veces y otras tantas ella había albergado falsas esperanzas, que tampoco eran necesarias tantas explicaciones.
Iba pensando en cómo recibiría él la carta, si se daría cuenta de cuánto dolor le había supuesto a ella escribirla, y quizá por eso no tuvo la precaución de mirar antes de cruzar la calle, ni vio el coche que se abalanzaba sobre ella unos metros antes de alcanzar el buzón. No hubo apenas dolor, solo un golpe sordo que la sorprendió y le hizo pensar antes de que su cabeza estallase contra la parte delantera del coche, que él nunca recibiría la carta. Mejor, nunca sabría entonces cuánto daño le había hecho en todo este tiempo. Por eso murió con una sonrisa; era mejor así, que nunca se enterase de su dolor.
El muchacho que conducía el coche se bajó como un autómata y la miró como alelado. Era la primera vez que se enfrentaba a la muerte; pero pensó, con algo de miedo, que no sería tan terrible, a pesar de toda aquella sangre, cuando la mujer tenía una sonrisa en los labios.
Beth28 de octubre de 2012

7 Comentarios

  • Voltereta

    Las mejores historias son las que tienen un desenlace impredecible, en realidad esta historia queda tan despejada, que pudieran darse infinitos finales. Que cada cual escoja el suyo.

    Un relato muy logrado y sin lugar a dudas, completamente abierto a la imaginación.

    Un placer leerte.

    Un saludo.

    28/10/12 11:10

  • Beth

    Muchas gracias, Voltereta, el placer siempre es mío de que me leas. Saludos cordiales

    29/10/12 12:10

  • Elmalevolico

    Sabes amiga, hay muchas cosas y muchos recuerdos que me vienen a la mente de este texto... sólo te diré que me parece una salida un tanto fácil para la protagonista de la historia... El golpe fue tan duro que no hubo agonía dolorosa en su deceso... La muerte esperó para que pudiera dejar atrás los remordimientos... y al final, una sonrisa esconderá su sufrimiento, que es mejor guardar en lo más profundo de los adentros...

    Muchas veces he querido y soñado con encontrar un final así... evitando toda confrontación con mis peores miedos y más con saberme preso de mis malas desciciones..

    29/10/12 06:10

  • Elmalevolico

    Perdón, apreté un botón por otro...

    Lo que te quería decir es que me he quedado impresionado por este escrito, que me ha removido el pensamiento como no tienes idea... Ahora comienzo a entender que tanto he estado evitando lo inevitable... y mejor aún: que a veces me voy de un extremo a otro siempre pensando en una final para mí, sin que en verdad me ocupe de lo que es importante... mi propia vida...

    Mis felicitaciones por este escrito que nos compartes y si me lo permites me lo llevo a favoritos...

    Un enorme beso... mmmmuas!!!

    29/10/12 07:10

  • Buitrago

    No hay genero que de te resista
    Muy bueno

    Antonio

    29/10/12 07:10

  • Beth

    Yo no creo que sea un final fácil, David, ni siquiera esperado. Cierto que soy ambigua relatando y se le pueden dar muchas explicaciones. Pero tay como yo lo veo, ha pasado un calvario intentando tomar la decisión de dar carpetazo a algo en su vida que no iba bien. Y cuando ya ha decidido, hasta eso le roban, porque la muerte viene a buscarla. Y si te das cuenta, aunque se había propuesto vivir para ella misma al final acaba traicionándose y muere en cierto modo "contenta" porque se da cuenta que así le evitará a "él", que no sabemos si es amante, novio, o marido, el dolor de saber que había roto las cadenas. El destino ha sido injusto con ella hasta el final porque le ha robado hasta el pequeño triunfo de ser egoísta en su momento final y pensar en ella misma.

    Un beso David

    29/10/12 07:10

  • Beth

    Ay Antonio, a mi todo, absolutamente todo, se me resiste.

    29/10/12 07:10

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