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Novela 5

Él, galantemente, le hizo un gesto para que entrase antes. Los dos saludaron al notario y se sentaron. Amanda estaba rígida, sin apoyar la espalda en el respaldo de la silla. Algo en la mirada de aquel hombre la desasosegaba; pero se mantuvo en lo que ella esperaba que fuese un silencio digno, como si todos los días surgiesen nuevos socios de negocios que hasta hacía poco le eran desconocidos.
-Señorita Navarro, le presento al señor Michael Field, su socio en la industria conservera que acaba de heredar. Fue él quien se puso de acuerdo conmigo porque, como es lógico, deseaba conocerla. Y hasta aquí llega mi cometido. Si lo desean, puedo cederles la habitación contigua a mi propio despacho para que hablen lo que tengan por conveniente.
-Gracias, sería estupendo-contestó el nuevo socio en un perfecto español, aunque con ligero acento que Amanda no sabía cómo definir.
De nuevo le cedió el paso y se acomodaron en una pequeña salita, amueblada tan solo con dos butacas tapizadas con una deslucida tela de cuadros y algo desvencijadas, y una pequeña mesa de centro con las consabidas revistas y textos jurídicos, como si el notario quisiera aprovechar los ratos de espera de sus clientes para aleccionarlos en el proceloso mundo de las leyes, los contratos y las herencias. Su recién adquirido socio sacó del maletín varios documentos y se los entregó.
-Aquí está la escritura fundacional de la sociedad, en el momento en que se constituyó y también sus estatutos más recientes. Es una copia autorizada; he pensado que sería conveniente que usted la tuviese. Puede enviarla a sus abogados para que echen un vistazo, aunque le aseguro que todo está en orden.
Amanda asintió. Ella no tenía abogado, pero no pensaba decírselo. Aquel hombre parecía muy seguro de sí mismo y no deseaba dar la imagen de alguien que no sabía por qué camino circulaba, que era exactamente lo que sentía en esos momentos.
Michael siguió hablando. Tenía una voz grave, profunda, pero al mismo tiempo no exenta de un timbre de aterciopelada suavidad.
-La conservera no es demasiado grande, ahora mismo tenemos treinta empleados. Pero está dando unas respetables ganancias cada año y el trabajo de llevarla tampoco es demasiado. Hay un encargado, Pablo Reina, en el que se puede confiar con los ojos cerrados. Aprendió de su padre, que fue el primer capataz, y él es un hombre honesto y que sabe hacer bien su trabajo. Si lo desea, se lo presentaré cuando salgamos de aquí. Entiendo que usted vive en el pueblo, así que será la que lo vea con más frecuencia. Yo viajo bastante y aunque vengo con frecuencia, lo cierto es que paso mucho tiempo fuera y estoy deseando tener a alguien en quien poder dejar parte del trabajo. Antes su tía se ocupaba de la mayor parte de las cosas, al menos hasta que su salud se lo permitió.
Amanda se removió en la butaca, algo inquieta. Tenía muchas preguntas que hacerle, seguramente aquel hombre sabía mucho más de su propia tía que ella misma.
-¿Podría hablarme de mi tía y de cómo ha llegado usted a ser su socio?
El la miró a los ojos, larga y profundamente.
-Entiendo que no conocía mucho a Irene.
-No demasiado, si he de serle sincera. Era hermana de mi madre y ellas estaban muy unidas, pero…a mí me resultaba una mujer tan seca, tan adusta. De niña solía pasar aquí temporadas, sobre todo en verano, pero en cuanto fui mayor, dejé de venir. Mi madre tampoco me obligaba.
-Irene Cuesta era una mujer fantástica. Muy inteligente, curiosa por el mundo que la rodeaba, siempre con la pregunta adecuada, o con la respuesta, si era el caso. Solo puedo decirle que sentí mucho su muerte. Creo que después de la pérdida de mis padres, ha sido la peor noticia de mi vida.
Amanda se sorprendió de su respuesta, sobre todo cuando se dio cuenta de que la voz le había cambiado al hablar de su tía y durante un momento le pareció que se había emocionado.
-¿Y cómo ha llegado usted a ser su socio? Si le digo la verdad, esperaba a un anciano.
Él se rio, con una risa franca y abierta. Y ella sonrió también.
-Bueno…cosas de la vida. Hace unos ocho años que la mitad de la conservera pasó a mis manos.
Y se quedó callado. Amanda pensó que tras su máscara amable había un personaje extraño que no le contaría nada más que lo que quisiese y en el momento que él lo desease. Pero entre sus muchos defectos no estaba el de ser una persona insistente. Había un punto íntimo dentro de ella que cuando recibía una negativa, por pequeña que fuese, lo entendía como un desaire y se retraía, como una ostra en su concha. Se irguió dignamente en la butaca y movió la mano derecha, como restando importancia a su pregunta.
-Bien. En todo caso lo importante es siempre el presente, no el pasado. Y el futuro, claro está. Si le parece, puede presentarme al encargado.
-Sí, desde luego. Vamos ya, antes de que vayan a comer. Le presentaré también a Magdalena, que lleva la contabilidad, para que le entregue la última cuenta de resultados y le eche usted un vistazo. No voy a quedarme mucho por aquí y sería bueno que antes de irme usted quedase al tanto de todo.
Salieron juntos y se despidieron del notario. Michael estaba sorprendido y decepcionado al mismo tiempo. Había previsto más insistencia por su parte después de la educada negativa, y no sabía cómo tomarlo. Por una parte se alegraba de no tener que contarle una mentira o incluso de negarse por segunda vez a contar más de lo que estaba dispuesto a contar; pero también estaba ligeramente enfadado, aunque no quisiese reconocerlo del todo…Aquella mujer era demasiado controlada y distante y no sabía si le agradaba.
Beth23 de mayo de 2014

2 Comentarios

  • Sandor

    ...Al fin he encontrado el momento, fragmentos de una novela, para leerte. Engancha la historia y parece que no sobra y no falta nada. La pena, es que no puedas hacer esos diálogos como tu quisieras, al faltarnos a todos herrmientas como poner cursiva, los guiones más largos...esas pequeñas cosas tan necesarias como un papel y un lápiz...Lo he copiado, le he puesto esas pequeñas cosas que te digo y el resultado hace de tu texto una belleza.
    Un beso

    23/05/14 02:05

  • Beth

    Muchas gracias Carlos. Si, tienes razón. Yo las cartas en el texto original las escribo en cursiva y centro el texto para distinguirlas de lo demás. Pero cuando lo copio aquí ya no se mantiene el formato orginal. Me alegra mucho que te haya gustado. Un beso

    23/05/14 08:05

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