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Quiero Ser Sabina

Hay ciudades que se conocen de manera breve y sin embargo se quedan prendidas del alma para siempre. Igual pasa con las personas. Podemos estar viendo durante años a nuestro vecino más inmediato sin intercambiar más que un breve saludo en la escalera o al entrar en el ascensor; y sin embargo es inexplicable por qué unos ojos, una sonrisa que sólo vemos durante un fugaz momento se puede quedar en el recuerdo para siempre.
Nunca he sabido porqué suceden estas cosas ni les he encontrado explicación; aunque en realidad tampoco es que la haya buscado. Las cosas buenas de la vida, aquellas que de verdad merecen la pena, no responden a normas preestablecidas, ni a códigos éticos o sociales. Quien de verdad quiere vivir y no vegetar o dejar pasar los días no ha de estar buscando a cada segundo una explicación lógica para cada suceso. ¿Por qué tomé ese camino y no el otro; por qué dije que no cuando quería decir que sí; por qué contesté a aquella llamada que no era para mí? Es inútil hacerse esas preguntas; las cosas siempre pasan por algo aunque no sepamos, en su momento, por qué.
Cada mañana, cuando abro los ojos, intento que ese tipo de preguntas se borren de mi mente. A veces lo consigo, no siempre; pero estoy aprendiendo y eso requiere un tiempo. Como cosa buena ya me he dado cuenta de que todo lo que ocurre en la vida, incluso aquello que nos parece peor, ocurre con un fin, y generalmente bueno. Quizá lo difícil es que tardamos mucho en darnos cuenta y en el medio hay un largo camino surcado de piedras afiladas como cuchillos que nos laceran los pies. Para cuando las heridas ya se han curado y nos hemos hecho unas nuevas, empezamos a entender que ese dolor no solo no nos ha matado, sino que ha contribuido a que hoy seamos un poco, solo un poco más fuertes de lo que antes éramos. Nunca tendremos bastante fortaleza, pero al menos los más afortunados podrán conservar la capacidad de querer aprender, de tener curiosidad y sobre todo de no rendirse nunca, por duro que sea el camino y por fuerte que sople el viento; aunque nos doble. En otro tiempo yo vivía en una tierra donde habita un árbol pequeño y sin especial belleza. Es la sabina; esa que se dobla con el viento y aparece retorcida a veces en formas inverosímiles; pero permanece y el viento la tuerce, la retuerce y la dobla, pero no la abate.
Yo, cuando sea mayor, quiero ser sabina
Beth13 de enero de 2013

2 Comentarios

  • Elmalevolico

    jaajjajja por un momento pensé que te referías al cantante jejejje yo dije noooo porque aunque me gustan sus canciones a él no le daba un abrazo ni un beso jejje

    Pues amiga... somos lo que somos por una buena razón... pero eres bella y hermosa así como eres...

    Un beso y un abrazo enorme...

    14/01/13 05:01

  • Beth

    No, yo Joaquín Sabina no quiero ser, tiene demasiada barba para mi gusto. Pero de las otras si, que aunque no lo parezca a simple vista, son hermosas. Besos

    14/01/13 06:01

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