Te busqué cada noche
en brazos extraños, en
pupilas ajenas y en
atardeceres amargos.
Te busqué en un rincón
olvidado, donde el aire
se gira y el día se hace
todavía más largo.
Te busqué en las alas
del tiempo, en unos ojos
azules que me miraban desde un espejo,
en un cielo entre nubes
y en una triste canción
que se lanza al viento.
Y tardé en encontrarte
lo que dura un largo
y triste invierno, con
la cara mojada de lluvia
y de lágrimas que se
pierden en el mar
de los tiempos.
Precioso, Beth ... toda tu poesía se siente como pétalos caídos de tu corazón.
Un gran abrazo