Terapia de Orden
03 de febrero de 2013
por beth
Pocas cosas hay tan duras en la vida como una mudanza. Y si se mezcla con obras ya se convierte en un cóctel explosivo que pone a prueba nuestra salud mental. La mía es frágil de por si, y amenaza con derrumbarse. Hoy, por fin, he podido ver mis armarios terminados. Sólo una aventura romántica con un escocés llegado del siglo XVIII podría causarme más placer.
Y la comparación no es baladí, pues me ha pasado como nos ocurre a menudo a las mujeres en relación a los hombres que acabamos de conocer. El primer día todo son mieles y nos parecen perfectos y maravillosos. Damos por seguro que estamos ante el amor de nuestra vida y que esta vez todo irá bien. Luego nos damos cuenta de que ronca, es quejica, la comida de su madre le gusta más que la nuestra, le huelen los pies y se deja levantada la tapa del WC. Lo de siempre, vaya.
Pues con los armarios igual. Al princpio los vi tan nuevecitos, tan enormes, tan vacíos...con ese olor a madera fragante y viva, con sus cajones, sus estantes, su sitio para colgar. Pero a la media hora...horror, ya está casi lleno y todavía nos quedan varias maletas por vaciar.
Respiramos hondo, nos paseamos por la habitación para calmar la taquicardia y echamos un vistazo al contenido de las susodichas maletas. ¿Para qué hemos guardado esa chaqueta de lana llena de bolas? Los pantalones de pata de elefante están pasados de moda; los vestidos tipo Memorias de África nos quedan fatal; no damos el perfil de Meryl Streep; esos zapatos de chúpame la punta nos hacen polvo los pies, las botas de flecos nos hacen parecer Pocahontas y los diez sombreros alineados en el estante superior son lo peor que se puede poner una mujer bajita.
Pero...¿cómo vamos a deshacernos de la ropa que hemos ido acumulando en treinta años, y más en tiempos de crisis? Imposible. Es entonces cuando recurrimos a las cajas de almacenaje de IKEA y vamos guardando ropa de los ochenta debajo de la cama, donde duerme el sueño de los justos junto a las pelusas que inevitablemente se mudarán también a la nueva casa. El garaje también es un sitio apropiado para los camisones sexys, esos que no hay ocasión de ponerse porque una ya no tiene el cuerpo para fandangos y además hace un frío que pela. Donde esté un buen pijamita de franela que se quiten los camisones de seda, los c corpiños y todas las gaitas. Pero...nunca se sabe; lo guardamos junto a la caja de herramientas que nunca usamos porque puede que esta noche, al fin, llegue el laird del clan, sediento de whisky y con ganas de quitarse el kilt, aunque solo sea para bailar un reel.
La Caza1681 lecturas, 17 comentarios
Les huelen las patas... mmm jajajjajajajajja bueno supongo que por eso prefiero no esperar demasiado de las personas... cuando no esperas nada, todo lo que te llega es bueno... y de lo malo, pues... no se tenía nada antes de que llegara... así que quedas a mano.
Sobre lo del escoses... mmmm pues aquí lo combinamos con un poco de agua mineral y un chorrito de bosst... y de nuevo al trabajo...
Sabes amiga... siempre vendrá algo bueno si así lo deseas...
Te mando un beso enorme y un abrazo!!!