Siempre me han inculcado que uno de los peores sentimientos que se puede albergar es el de la envidia. Y creo sinceramente que es verdad. Quien pasa la vida envidiando a los demás no vive porque se ocupa de los otros en lugar de mirar hacia sí mismo e intentar aprender y ser mejor persona cada día.
Quizá por eso nunca he sentido envidia de las cosas por las cuales normalmente la gente lo siente: dinero, buena suerte, una buena vida, felicidad, amor...Pienso que mi abuela tiene razón y lo que está de Dios que sea para uno, como ella dice, nadie nos lo va a quitar.
Pero...siempre tiene que haber un pero. Si, confieso que soy envidiosa, que me pongo de color verde y rabio por dentro cuando conozco a una persona que tiene paciencia sin que le cueste, que no pierde nunca los nervios y que es capaz de hacer algo tan difícil como encontrar conformidad.
Mi muy admirada Victoria Eugenia de Batemberg, reina de España para su desgracia; decía con frecuencia: "Señor, dame coraje para soportar lo que no tiene remedio y la fuerza necesaria para cambiar lo que pueda cambiar". Yo juro a los pies de un santo que todos los días intento poner en práctica esta sabia máxima...pero me cuesta, mucho.
Tengo más paciencia que a los veinte años o a los treinta; también más arrugas y más flacidez, justo es reconocerlo. Pero ni de lejos he aprendido a tener toda la paciencia y la conformidad necesaria. Y es por eso que no envidio nada en el mundo más que a esas personas tan sabias y equilibradas que han aprendido y dominan el divino arte de ser paciente.
El arte de la paciencia es muy difícil de seguir pero tenemos que hacer la lucha.
Comparto tu pensamiento con respecto a la envidia. La vida es justa y sabia y nos da lo que debemos tener ni más ni menos.
Un gusto leerte, amita.
Serge.