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Sueño de Libertad

Sus ojos estaban fijos en el rojizo suelo bajo sus pies. La tonalidad morena de su piel, junto con los colores del paisaje, jugaban en armonía, mientras sus pensamientos volaban alto... Más alto aún que el águila que, rompiendo con el batir de sus enormes y amarronadas alas el silencio que allí reinaba, emprendía vuelo desde la roca donde reposaba.

Y el muchacho de ojos profundos, al verla partir, deseaba desde lo hondo de su alma india, poder seguirla. La vida le había hecho entender, claramente, que él no era parte de su gente. Siempre se había sentido diferente. Pero no quería cambiar. No quería ser como el resto de los seres humanos. No quería luchar por tierras en lugar de compartirlas. No quería creer en todas las mentiras que los demás decían... Y mucho menos dejar de soñar simplemente porque al resto del mundo le parecía estúpido, ni olvidarse de aquella a quien había amado tanto una vez... Nadie iba a decirle cómo vivir. Él quería ser libre... Quería escapar de ese mundo que los hombres habían mutilado hasta convertir el paraíso en un infierno terrenal. Alejarse de los hombres. Exiliarse de aquella vida fútil, donde lo único por lo que vivía ya no existía junto a él, y donde no podía ser él mismo.

El águila había desaparecido, y el sol apenas comenzaba a perderse en el horizonte. Se levantó de la informe roca en la cual estaba sentado, y miró sus pies desnudos cubiertos de tierra roja. Luego detuvo la mirada unos metros más adelante, en el lugar donde el suelo sufría un brusco desnivel.

Lentamente, mientras sus ojos se humedecían por la pena, a la vez que le viento los golpeaba con feroces remolinos, se acercó a la orilla del barranco. Miró hacía lo profundo de aquellas sombras que yacían bajo sus pies, y luego elevó su mirada para contemplar el inmenso retazo de terciopelo azul, salpicado de espumosas nubes blancas, cuya belleza contrastaba demasiado con el vacío del precipicio.

Los delgados rayos de sol, que a media tarde comienzan a perder su fuerza y a debilitarse su luz, le bañaban el moreno rostro, y sus enormes ojos café lloraban en silencio.

Entonces, suspiró, y se entregó al abismo.

Las alas aparecieron donde antes estaban sus brazos, y su nuevo cuerpo recubierto de plumas plateadas se elevó para unirse al firmamento, donde finalmente encontraría su verdadera libertad
Bfuldisaster29 de mayo de 2008

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