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En un Silvo Suave y Apacible (extracto)



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Recordando a mi madre hoy en el dia de su cumpleaños... en palabras de mi padre en su libro "En un silvo suave y apacible".

12 abril 1998

Fueron regalos de Dios: la solidaridad, las oraciones, la ayuda, las visitas de tantas personas durante los seis meses desde que le descubrieron la enfermedad a Ethel hasta que partió a la eternidad. La lucha por su vida no fue sólo de la familia, fue una lucha colectiva. ¡Este acompañamiento no lo queremos olvidar!

Cuando se asomaba la duda - que era muy frecuente- en varias ocasiones nos acordábamos de este acompañamiento como una de las formas de la presencia de Dios en nuestras vidas. Quizá no desaparecía la duda por completo, pero nos fortalecía saber que no estábamos solos, y le dábamos gracias a Dios por eso.

Me imagino que hay muchas personas que tienen una fe sólida e inquebrantable; ¡qué bueno que así sea! Ethel y yo no pudimos explicarnos muchas cosas; aunque algunos nos invitaban a no buscar las causas del sufrimiento sino los propósitos de Dios al permitirlo.

Entendimos algunas cosas por lo menos: por ejemplo, la dimensión de la angustia y de la desesperación de David -aquel antiguo rey hebreo- por los muchos años de persecución de que fue objeto y su sensación de soledad y de abandono. Seguramente –pensábamos- oraba día tras día, y le parecía que Dios no le oía o no le hacía caso. Por esa sensación, como un grito que salía de lo más profundo de su corazón exclamaba:

"¿Por qué estás lejos, oh Yahveh, y te escondes en el tiempo de la tribulación?".

Cuando más lo necesitaba, Dios como que se escondía.

Así fue también nuestra experiencia con Ethel. Sentíamos que no había respuesta a nuestras oraciones. Durante las muchas horas de desvelo y el deseo de dormir un poco, Ethel me decía: "Dios no me oye; ¿por qué?". Yo también pensaba lo mismo.

Por lo menos sabíamos que la sensación de abandono la habían experimentado otros, y mucho mayores en fe que nosotros. Por eso cada noche hicimos nuestro, el clamor de David:

"¿Hasta cuándo, Yahveh?, ¿me olvidarás para siempre?, ¿hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?";... "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?"... "Despierta; ¿por qué duermes Señor?, despierta, no te alejes para siempre, ¿por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción...?"

A pesar de nuestras dudas, nos aferrábamos a los elementos de nuestra fe. Y por eso cada noche siempre terminábamos leyendo en las Sagradas Escrituras aquella conocida frase:

"En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú Yahveh, me haces vivir confiado."

Aunque quizá la mayoría de las veces, ni el sueño, ni la paz aparecían.

Entonces orábamos: si no vemos tu respuesta como nosotros pedimos, por lo menos abre nuestros ojos para ver la forma cómo actúa tu mano poderosa en nuestras vidas.
Bronik17 de enero de 2011

2 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Bronik:
    Su padre es realmente un gran ser humano, me partió el corazón. Yo también he tenido un momento en la vida en el que hice una pregunta, sin respuesta. Sin embargo, soy testimonio de que actúa de manera incomprensible para mí, pues me ha hecho feliz dejándome un vacío.
    La abrazo fuerte, en este día tan especial.

    17/01/11 06:01

  • Jucatohi

    No puedo comentar nada, solo puedo decir Amén.

    18/01/11 11:01

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