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Nota: Esta oda la escribio un amigo mio a su tia que fue una madre para el, pues fue quien lo crio y acaba de fallecer.
El seno maternal me fue arrebatado en algún momento de mi infancia, ella llego a mi vida para suceder la carencia.
Como ángel del cielo me fue enviado para llenar el espacio vacío, manifestando así, la gran sabiduría de Dios, que nada en la vida es por casualidad y todo tiene un propósito.
En silencio y con la vida misma de testigo, fui acogido en sus brazos de amor de madre. Ese amor no viene del nunca nacido de sus entrañas, sino del mismo amor otorgado por Dios.
Nació unos días antes del mes de la patria, en los meses del invierno en el año 28 del siglo 20 de nuestra era, la patria la despide en su cumpleaños, unos días después de sus 82.
Con el invierno vino y el mismo invierno la acompaña en su viaje para continuar con su evolución espiritual, la llevara envuelta de primavera a la presencia de Dios. Convencido estoy, que Dios la tiene abrazada con sus inmensos brazos de amor y abrigada en el seno universal.
Es un hecho sentir el dolor, y el vacío de su existencia física. La vida es efímera en el tiempo de Dios, en la de nosotros, los humanos, los años pasan con vivencias, alegrías y también lágrimas, son esas gotas las que no caen sobre mis mejillas, no porque mi alma no lo desee, sino porque es más fuerte la convicción de recordarla con alegría.
No es traer a la memoria su sonrisa sino vivir su alegría, no es sentir la textura de su piel y la suavidad de su cabello, sino sentir el calor de su ternura. No es recordar su mirada, sino tratar de ver el mundo como ella lo veía, no es lamentar su partida y lejanía, sino vivir su abnegación en su paso por este mundo. Es honrar con orgullo su memoria, es llevar en cada paso de mi existencia el honor que Dios me dio de haber sido parte de su vida.