La felicidad duele cuando es ajena, no nos pertenece
aunque de ella queramos ser, brazos extendidos esperando
consolarte, que no ves porque tu tiempo no es mio.
Apenas con disimulo envidio los ojos que te miran, las manos
que te acarician, las sonrisas que le convidas, el derramandose
de atenciones por ti, yo simplemente debo dejarte ir.
Absurda descision que no me pertenece, como nunca
me ha pertenecido nada, soy apenas un murmullo que de
inmediato se calla, quien fuera aquel que se obsequia a ti con palabras,
no soy un suspiro, una foto o parte de una charla, ni siquiera
soy sombra de recuerdos en tu alma. Para todos existes tu y ellos,
para mi solo estas palabras.