Haciendo guardia en la almena de tu castillo,
el tiempo calla por respeto a todo aquel talento
y todo aquel otro cielo,
que dice de nosotros tan poco,
que apenas se escucha su silencio.
Guardados tan blancos huesos
al fondo negro de tu cortijo,
veranos con su invierno corretean entre nichos.
Y nadie, ni uno solo, alza su dedo para contar
lamentos o llenarse de olvido.
Comienzan los meses a borrar sonrisas,
araña el tiempo, como la luna a sus estrellas.
Comienzan y terminan las vidas,
las historias y las palabras mal heridas.
Y allá, en aquella lejana almena,
no se volvieron a escuchar los romances del hombre
que muerto de adentro hacia afuera,
se hizo cuento y se hizo leyenda.