Gritan mis entrañas, mis vísceras,
mi sangre y alma.
Gritan en silencio hacia esa sombra
que se alarga y alarga tras de mi espalda.
Sin permiso a la esencia del espíritu
vuelves tú, odiosa muerte,
a protagonizar mis rencores.
Maldita esta vida limitada de ecos y mentira,
y maldita la imagen que se hace borrosa sin ser aún pesadilla.
Me maldigo una y mil veces
impotente ante la imagen del espejo,
donde mis lágrimas, antaño prohibidas,
me llenan de angustiosa impotencia
de la cabeza a las pelotas.
Sin palabras que alivien lo que siento,
que expliquen lo que padezco.
Sin ti en la lejanía de mi esfuerzo,
me despido aquí, sin saber que de bien tiene este sentir
en el que puedo algo, pero no decidir.
Muy cierto, Antonio, algo se puede, pero decidir, no, estamos en manos del azar y del destino ...o en su caso, de quien pueda decidir ... En fin, que cuando te pones serio, eres muy serio. Como debe ser.
Un abrazo grande.