Jamás volveré a nacer con algodones en la boca, rosas en el culo, y dejando perder los días inmerso en las sandeces que otros pintan. Mejor demonio sincero que el ángel soñador y repleto de miedo, que a tantos cae bien y a tan pocos causa respeto.
El tiempo, flotando aún en la infinita estupidez del hombre carente de vergüenza, trascurre como la muerte enjuta, rozando pasajes y hundiendo momentos. Tanto en mí presente como en todo futuro, veo palpar la pena y veo lamer al asco, que bajo podridas piernas ocultan los relámpagos.
Jamás volveré a nacer sin que mis manos sepan cual es el trabajo que hace al hombre humano y lo distingue del fanfarrón payaso, que saca pecho en cada telediario, pero a solas, se caga por la patita abajo.
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