Ya las palabras evadidas se esconden tras las cortinas, de dichas ventanas rotas, sin recuperar aún el aliento.
Despierto en la desesperación. No queda nada, el tiempo se ha recluido, la vida se ha subyugado, mi voz ha muerto.
No me queda forma de expresión alguna para poder decirte, vida, que a veces me retiro de mi cuerpo, silenciosamente, y todos, todos se van de mi camino, hacia otro lado. ¿Pero entonces que seré yo en el futuro, si ahora mismo no puedo querer nada, nada de esto que formo, en esta tierra y cielo? Los demonios de mi pasado me inculcan pecados astronómicos, y me aplico sus metódicos consejos, porque las personas a las que amo se han esparcido por otras dimensiones, y no me aman. Ahora ya no me aman.
Miro mi reflejo colocado en la ventana, y no sé quién soy.
