Ha intentado bajo todos los medios confundirme, con ardor e imprudencia se ha colado entre mis sueños y hecho translucir todos mis banales recuerdos, siendo nadie en el tiempo.
Si a veces contenía el aliento, creía que ya se moría, porque aquel aire que respiraba no era lo suficientemente puro para su menudo cuerpo de arena. Parecía humo allí en la distancia eterna que siempre nos separaba, y yo auguraba su huida, se evaporaba.
Un día, se acercó a mi cuando ya veía el fin en sus manos y dijo:
No seré yo quien te despierte cuando las espinas se claven en tu cuerpo, ni cuando el veneno recorra tu sangre. Mis besos siempre serán de acero, siempre viviré en este infiero y seré solo un espíritu sin vida, nadie puede ya liberarme. Así que despierta de tu inocencia, yo siempre estaré muerto.
Y desapareció.
Una preciosa despedida, desvanecerse es un acto dramático, un recurso agradable. Y la canción le da su toque. Un saludo.