Iceberg
A veces me siento iceberg.
A veces quiero mostrar todo lo que soy, o lo que puedo llegar a ser, pero me da miedo. Es un miedo que habita en mis entrañas, no desde siempre, pero sí con una fuerza desmesurada e incontrolable. Es un pánico que se apodera de mí y me transforma en otra persona totalmente distinta a la que soy. No sé cuándo empezó a pasarme, hace tanto que no podría ubicarlo.
A veces soy ignorante, y a veces lo único que desprendo es sabiduría. A veces callo demasiado, y otras no callo ni aunque sepa que debería hacerlo. Hay veces en las que me derrumbo, bastantes de hecho. Veces en las que no puedo soportar el peso de la gravedad, la presión del ser, el abismo de mi conciencia.
Hay veces en las que, al llegar nuevas personas a mi vida, desde un primer momento les muestro lo más profundo de mí, les entrego todo y me quedo expuesta, sin ningún tipo de garantía, a su benevolencia o maldad. La mayor parte de las veces suele triunfar lo segundo, pero qué reconfortante cuando lo hace lo primero. Creo que esto se debe a que siempre tuve muy grabado a fuego lo de que una persona da lo que es, y si eres mucho, pues eso será lo que ofrezcas. Pero también pienso que es porque soy una especie de monstruo de amor, una especie (para nada inusual) de ser humano que se alimenta de todo el amor que pueda absorber de la gente de su alrededor. Deseando siempre más del que me pueden ofrecer. Hace tiempo que leí (desgraciadamente no recuerdo dónde) sobre esta teoría y su relación con ciertas carencias maternas en la infancia. Y cuánta razón. Al final supongo que reclamo todo el amor que en su día podrían haberme dado o mostrado de otra forma.
Otras veces, sin embargo, cuando alguien nuevo llega a mi vida, voy paso a paso, poco a poco, capa por capa, mostrándole de manera gradual quién soy y no me olvido de mantener las distancias respecto a ciertas situaciones y cuestiones. Este comportamiento no es el habitual en mí, pero cuando procedo a ello, suele ser porque la persona me importa desde un primer momento más de lo esperado o imaginado. Al fin y al cabo, una de las demostraciones de amor más grandes que puede hacer una persona es el ser paciente.
Curioso el funcionamiento del ser humano.
