Negro, gris y tus ojos verdes.
Escuchaba la caída de cada gota mezcladas con el ruido de las cuerdas al bajarlo.
Su madera era brillante y tenía una cruz en el centro.
Yo te miraba, sin poder contenerte.
Estabas tan lejos, tan lejos de todos. De mí.
Olía la tierra húmeda, inmensa debajo de mis pies.
Veía como caía sobre la madera, que cada vez estaba más abajo.
Yo te miraba, estabas sola... y te acercaste, tus lágrimas se mezclaron con la lluvia y cayeron sobre la madera cada vez más oscura...
La brisa y nuevamente tus ojos... los cerraste y supe que no los vería nunca más.
Negro, gris y mi corazón sin latidos.
«Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis»