Quiero sentir la brisa marina haciéndome cosquillas sobre la espina dorsal. Quedarme plasmada viendo como los rayos del sol se insinúan con fuerza sobre cada ola, sobre cada concha ya un poco ajada por los años. Esa sensación que me corroe, me impulsa hacia otro nivel de consciencia, una paz atigrada, porque yo siempre seré muy tigresa. Me observo, empiezo por los dedos de los pies subiendo poco a poco hasta mi ombligo, parezco un pescaito empanao con tanta arena, sólo me hace falta vuelta y vuelta.
De un salto me sumerjo en el mar y siento un leve picor, siento paz.
Unas gaviotas vuelan encima de mí y hablan entre ellas, graznan un poco más alto de lo normal, igual se están peleando por algún pez. ¡Qué más da! Yo lo único que sé y que me importa es que este es un lugar maravilloso y quiero guardar para siempre esta sensación en mi ser.
