Aclaración Ii
Avispados, el enjambre de hombres reunidos en la plaza se disipó. Unos probablemente corrieron hacia sus casas a llorar con desconsuelo. Otros talvez corrieron a informarse sobre los viajes al espacio. Y otros simplemente se dirigieron a sus laboratorios privados para planear el viaje y salir lo más pronto posible. La princesa Benett, con un aire de satisfacción, se dirigió a sus padres:
- ¿Estáis felices? Voy a casarme con aquel me regale una estrella del cielo.
- ¡Pero Benett, has pedido algo casi imposible! Le replicó el Rey.
- Sí cariño. ¿Cómo quieres que te traigan una estrella? Agregó la Reina.
- Ese no es mi problema. El que de verdad quiera casarse conmigo, que lo demuestre y busque la forma de lograrlo. De lo contrario no habrá boda. Terminó la princesa. Luego se internó en el castillo hasta llegar a su recámara. Se despojó del lujoso vestido que llevaba y comenzó a dar brincos y maromas por todos lados. Se sentía libre. Sin la presión de una boda próxima, su alma descansaba.
En esos días, en los que los hombres de la comarca se dedicaban a buscar la forma de conseguir una estrella para la caprichosa princesa, esta última gozaba de una vida feliz y tranquila. Se le veía más alegre que de costumbre. Al rondar por los jardines del castillo, jugaba con las flores y las aves silvestres. Chapoteaba en el pequeño estanque con sus blancos pies. Dormía cortas siestas bajo la sombra de los árboles. Prácticamente se había vuelto otra persona. Sin embargo sus caprichos, esos sí que no los olvidaba.
Por las noches, desde la ventana de la torre norte, la princesa Benett contemplaba en el cielo las inalcanzables estrellas. Le encantaba observarlas por largo rato. No solo porque admirase su belleza y resplandor; sino que gracias a ellas no se vería obligada a casarse. Les sonreía y saludaba a cada una que veía, pues cada una significaba para ella un pretendiente más al que mandaba a pastar. Hubo un curioso momento en el que la princesa pensó: "Sí, un hombre me trató mal, porque ellos no entienden a las mujeres. Entonces... ¿Si me enamorara de una mujer, ella me haría feliz? ¿Sabría comprenderme?" A extensos momentos le embargaba la duda, pero no se atrevía a llegar a una conclusión.
Una mañana, un hombre se presentó ante el Rey y la Reina. Tenía algo importante que comunicarles.
- Majestades, heme aquí. Soy uno de los pretendientes de la princesa.
- ¿Ah si? ¿Y le has traído la estrella? Preguntó el Rey lleno de asombro y un tanto de esperanza.
- Así es Su Majestad, pero...
- ¡Estupendo! Exclamó la Reina sin dejar terminar al visitante. La princesa, que se encontraba presente, se levantó de golpe bastante preocupada.
- ¿Y dónde está? ¿Dónde la has dejado? Cuestionó el Rey lleno de alegría.
- La he dejado afuera Su Majestad, pero, tenéis que saber algo...
- ¡Maravilloso! ¡Vamos a verla!
A la orden del Rey le siguió su esposa la Reina, luego el osado pretendiente y por último la princesa, que no salía de su asombro y preocupación. Tímidamente, en voz baja, la princesa preguntó a su pretendiente.
- ¿Cómo le has conseguido?
- Es una tragedia, princesa... Recibió como respuesta.
Al salir a los jardines, los cuatro personajes se encontraron con una enorme roca de color gris. Tenía aspecto volcánico, tosco. La incertidumbre se apoderó de la realeza, y quien decidió disiparla fue la Reina.
- Buen hombre, ¿dónde está la estrella? ¿Detrás de esa gran roca? ¿Dentro de ella talvez?
- Su Majestad, la roca... es... la estrella...
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Chrisgarcia
No hay forma de que aparezcan las tabulaciones?? :(
Bueno, la intención es seguir...
09/11/10 05:11
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Serge
Pobrecita la princesa Bennet, ese pedazo de roca es parte de una estrella y por lo tanto es una estrella.
Ella no tuvo en cuenta eso...
Saludos.
Sergio.
09/11/10 05:11
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Chrisgarcia
Serge:
Una aclaración jaja
No es un pedazo de roca, sino una roca entera, por tanto es una estrella entera. Se supone que es fantasía jajaja
Saludos, gracias por leerme.
10/11/10 03:11
