Era esperada
y una mañana de primavera,
no menos despiadada
por haber sido anticipada,
llegó fría y guerrera.
Le robó el último suspiro,
el que te lleva al eterno retiro;
su tez se torno nacarada,
nariz aguileña afilada
al tiempo que quedaba arrugada piel helada.
Por fin en paz reposaba
tras largo sufrimiento;
por fin descansaba
habiendo anhelado largo tiempo
que su dolor se lo llevara el viento.
Liberada ya su alma
de su cuerpo inerte en calma
vuela libre entre su gente,
con sonrisa irreverente
arrojada ya su carga.
Una lágrima de terciopelo
en su carita tierna asoma,
mas aunque su ausencia genere duelo
es alegría lo que ocasiona
el descanso del abuelo.
Una verdadera joya tu poesía, tan real, que emociona, me acuerdo de mi abuelo Patricio, que me enseñó tanto , a soñar.
Un saludo con mucho afecto.