_ No tienes muy buen color esta mañana… ¿te encuentras bien?
_ ¿Qué le pasa a mi color?
_ Nada, sólo que no tiene el verde fresco de mi piel.
_ ¿Ah no?... No me había dado cuenta. De todas formas, grácias por preocuparte, pero todavía estoy en perfectas condiciones.
_ Nadie lo diría chica… ¡qué carácter! Además no eres la única… mira aquéllas de allí. Qué raro…, será un mal aire que os ha dado a todas.
_ A ti también te pasará… ¿o crees que vas a estar así eternamente?
_ ¡Por supuesto!, no lo dudes ni un momento.
_ Con el tiempo, verás cómo tu tamaño va en aumento, pesas más, tu piel se agrieta y hasta incluso se rompe. La circulación empieza a fallar y tu piel deja de ser fresca y brillante.
_ ¡Ja! ¡No sabes lo qué dices…! ¡Uy! Mira aquella compañera tuya acaba de tirarse al vacío. Desde luego, tengo que decir que tenía peor color que tú. ¡Pobrecita! No habrá podido soportarlo por más tiempo.
_ No se ha tirado...
_ ¿Qué dices? No te oigo… ¡Qué follón! Este aire está haciendo remolinos con aquellas… ¿Cómo se dice? ¿Eh?
_ Hojarasca. Aquéllas, como tú las llamas, son hojas como tú y como yo.
_ Di otra imbecilidad más, y seré yo la próxima en tirarme…
_ Son hojas secas, muertas… ¿No lo entiendes? La compañera cayó, no se tiró. Nada la retenía ya a su rama. El viento hizo el resto; le facilitó la caída.
_ ¿Y tú también caerás algún día?
_ Sí, todas caeremos…
_ Yo no puedo acabar mis días como esas de ahí, danzando como locas al son de la primera brisa que llegue.
_ Te diré que algunas han tenido peor suerte…
_ ¿Qué quieres decir?
_ Devoradas.
_ ¿Queeeeé?
_ Sí, devoradas por algún animal hambriento.
_ ¡Oh!
_ También podemos sucumbir al ser aplastadas por la fuerte pisada de algún cazador, o la de cualquiera que venga por aquí.
_ ¡Eres cruel! No puede ser cierto…
_ No soy amiga de dar consejos…, pero te daré uno: Vive el momento, disfruta cada minuto como si fuese el último.
_ No me abandones ahora… ¡Por favor!
_ Tranquila pequeña. No me voy. Todavía debo enseñarte algunas cosas más…
