En la tarde
oscura y desertada,
Londres está apagada.
Gigantescas nubes
empujan la vida
Hacia las montañas,
Pero casi,
sin piedad, el humo,
Pronto
las reemplaza.
Puedo ver
desde mi ventana
Una paloma
posada,
Creyendo que timonea
la marea
de esta
ciudad atormentada.
Acostumbrada
al frío,
y
a su lluvia intoxicada,
La gente
camina cabizbaja,
no vaya a ser,
Que le salpique,
Un poco
de esperanza.
Y me pregunto;
¿Cuántas veces
trataron
de conquistarla,
Esta ciudad vieja,
y
Sin embargo,
Orgullosa
de su sangre
Anglicana?
Debe ser,
Que es
imposible,
Conquistar el
alma...