Ese frio te atrapa de nuevo
Y ese amargo sabor a soledad no buscada, tu boca lo extraña. Lo sabes, lo sé.
Vos, ese inédito cuento nunca escrito, esa abrupta sensación de necesidad. Me enfermas.
Recostada en el sillón, casi inmóvil, intentas desconectar tu cabeza que no deja de darle vueltas a la misma tuerca.
Te intentas mantener en calma, mostrarte fría. Ponerte esa careta inmaculada, impenetrable. Intentas alejarte momentáneamente de tu realidad, soñar despierta, porque bien sabes que no puedes dormir.
¿Qué fue lo que hice mal? Te carcome esa pregunta, no dejas de repetirla, replantearla, mirarla de todas las caras en las que eres capaz de mirar. No, no lo sabes ¿O si lo sabes? pero no tienes los huevos bien puestos como para aceptar esa respuesta, esa maldita respuesta.
Te sientes sola, mal, fría
Y no, no esa frialdad placentera, como para tomarse un café mientras lees un buen libro, o escuchas un soda stereo de fondo, no
Es esa frialdad que se genera cuando te sientes vacía, abandonada, cuando tienes mucho amor para dar, pero ningún receptor que lo acepte.
Y así caminas por la casa, como un robot, iracundo y frío, con la mirada perdida en un submundo de tinieblas y oscuridad, con una voz en off que te dicta cada paso, cada milímetro de tu cuerpo que debes mover para parecer normal
Intentas no sobresaltarte, no explotar, mantenerte invisible. Intentas ahogarte en humo de tabaco barato, ese que te quema hasta las entrañas.
Esperas que esto termine Solo es un bajón, un mambo raro. Pero cuanto hace que mantienes este estado latente? Intentando ocultarlo en el fondo de un cajón en tu subconsciente. Pero se sobre cargó hace mucho, y cuando dejas de presionar para cerrarlo y te tomas un respiro, se vuelve a abrir, manchando toda tu realidad con aquellos problemas ocultos en tu interior, en tu armario.
¿Cuánto vas a seguir así? ¿Cuándo vas a terminar con todo esto?