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La Leña Del Leñador (capítulo 2)

Esta es la continuación del primer capítulo que deberán leer en la siguiente dirección: http://tustextos.com/d3ne/la-lena-del-lenador-capitulo-i/

Capítulo II – Una travesía comienza

La semana siguiente pasó en calma, la naturaleza volvía a poseer esa vida llena de regocijo y alegría que alguna vez tuvo, los árboles crecían tímidamente entre la tierra mutilada, los animales se sintieron libres, y danzaron a diario entre los bosques, vagando con seguridad entre todos los senderos naturales, nada los perturbaba, ya no más.

Los sobrevivientes al ocaso que amenazó los bosques de Esneth (animales y plantas), se mantenían alineados con mi andar, cientos de felinos, aves, roedores, lagartos, y canes de distintos tipos y tamaños me acompañaban a donde decidía ir, en pocos días había formado un grupo de amigos inseparables, hablábamos sin dudarlo de todos los temas que nuestras mentes tejían, una confianza estrecha nos unía y nos mantendría unidos durante los hechos siguientes.

La paz no duró más que dos semanas, un nuevo invasor, más bien, una invasora, camina por el bosque perturbando la naturaleza. La compañera de Lethor a comenzado a pasearse entre los árboles caídos, debe andar en busca de Lethor, que ilusa... lo que no sabe es que lo ha encontrado muchas veces, tal vez, no con los ojos, pero sí con sus pies. La primera vez que la sentí internarse en nuestro hábitat la sed de sangre volvió a mi cuerpo, no podía perdonar a los hombres por hacerlo que hacían, todos debían pagar, ella también. Tres días después, fui a su cabaña.

La mujer de Lethor estaba colgando ropajes húmedos cuando aparecí ante ella. Su pequeño cuerpo no alcanzaba ni siquiera el metro sesenta de altura, me miraba paralizada, pero no huía, supuse que era presa del pánico y eso la mantenía quieta. Me equivoqué.
Acerqué mi gigantesco cuerpo haciendo temblar la tierra, ella se quedó estática hasta que llegué frente a sus ojos, la chica levantó su rostro y me observó con una mirada llena de inocencia y pena. Por unos segundos sentí compasión, estuve a punto de dejarla, pero luego recordé una de las malignas características del ser humano, poseían la capacidad de mentir y engañar, palabras inexistentes en nuestra vida. Entonces supe que mentía, que su mirada no era más que una forma para defenderse, todo era falso, la tomé con mi mano derecha y la levanté hasta que mis gigantescos ojos quedaron frente a su pálida cara.

—Realmente existías —dijo la chica atemorizada, con voz temblorosa. —realmente existías —repitió, inundando mi cabeza de incógnitas.
—¿A qué te refieres?, humana —dije en su lenguaje, lo que provocó que sus ojos se abrieran por la impresión que eso le causaba. —¡Contesta! —vociferé al ver que no respondía mi pregunta.
—Le dije a Lethor que no fuese al bosque el día que cortó el roble —respondió quejumbrosa —Le dije que un monstruo cobraría venganza, le dije, pero creyó que eran tonterías y se enfado conmigo... por tu culpa... ¡tú lo mataste, maldito! —gritó agresivamente y comenzó a golpearme con sus pequeñas manos pálidas.
—¡Yo terminé con la vida de ese demonio, sí, yo lo maté y lo mataría tantas veces como pudiera! —grité volviendo a mi rabia asesina. —Lo destrocé como él mutiló a mis hermanos, lo trituré como lo merecía, ¡lo merecía! —finalicé, para luego lanzar a la chica contra la cabaña. Ella gritó de dolor al estrellarse contra una de las paredes, lloró aterrorizada y se quedó tendida sobre la hierba.
—No tienen perdón los humanos, asesinan sin piedad y después suplican clemencia —agregué mientras me acercaba a ella para terminar mi trabajo. —Tú y todos los humanos deberán perecer, y yo me encargaré de que así sea —después de mis palabras, miré su rostro repleto de miedo y grité de rabia, la levanté nuevamente y tomándola con mis dos manos la partí por la mitad, acabando con su vida. A continuación destruí la cabaña donde anteriormente dormía el demonio, la demolí hasta que no hubo nada en pie, ver toda esa madera muerta me hizo llorar, me arrodillé y mantuve un llanto inocente, sobre lo que alguna vez fue el cuerpo de mis hermanos.

Después de aquel día decidí comenzar una travesía que me obligaría a atravesar el continente. Me reuní con los animales que mantenían un apoyo ciego a mis actos y hablé.

—Viajaré por los bosques de Edenia, y los libraré a todos, como libré a este del leñador—dije secamente. —¿Desea alguien unirse a este propósito? —mis palabras viajaron por todos los rincones del bosque, no sólo los animales que se encontraban a mi lado escucharon estas palabras, sino cada uno de los habitantes del laberinto enramado. De mi grupo de amigos, dos grandes gatos, diez lobos dorados, cinco ardillas y ocho águilas rojas se unieron a mi causa, los que rechazaron, eran los más jóvenes, niños la mayoría, lo comprendí.

Minutos más tarde me encontraba hablando de los planes que tenía en mente con mi reducido grupo, cuando sentí algo que me llenó de alegría, la tribu de los osos blancos se hacía presente y traían buenas noticias. Doce bestias, que al pararse sobre sus patas traseras alcanzaban los tres metros y medio de altura, aparecieron entre la penumbra del atardecer con sus blancos pelajes reluciendo ante el escaso resplandor anaranjado del sol que huye a su descanso.

-Nos uniremos a tu lucha por la paz de los bosques —dijo el líder de los imponente osos con su voz ronca en un idioma que sólo animales y plantas comprendían, un idioma que los humanos nunca intentaron entender, y nunca entenderán. Doce poderosos osos se unen a mi viaje, eso es ventajoso, su fuerza y fiereza serán de gran ayuda en esta misión de salvación.

Al despuntar el siguiente amanecer me dirigí a mi grupo para dar las instrucciones de viaje.

—Caminaremos a través de este bosque hasta llegar al Río del Llanto, allí descansaremos un día para seguir por los cerros circundantes hasta llegar al Bosque Amarillo, entonces me comunicaré con otro de los míos, e intentaré unirlo a nuestro objetivo. —Todos los presentes asintieron, el líder de los osos que se hacía llamar Garra Sangrienta caminó junto a mi durante los tres días que duró el viaje. Cada ciertas horas descansábamos bajo las ramas del bosque para beber de los arroyos y de las pequeñas lagunas, y también para alimentar a los más pequeños, como las ardillas y las aves.

Cuando llegamos al Río del Llanto durante el segundo amanecer, caímos presas del cansancio, Garra Sangrienta y su tribu se internaron en el río para pescar y alimentarse junto a los felinos, las ardillas cerraron sus ojos en unas ramas gruesas que salían de mi cabeza, mientras que las águilas comieron algunos peces del mismo río, por último, los lobos dorados simplemente durmieron.
Cuando cayó el atardecer del mismo día, preferimos retomar la marcha para llegar antes, todos habíamos descansado lo suficiente como para dos días de caminata. Debíamos cruzar el río. Para ese propósito las ardillas se montaron en mi cuerpo, y los osos se encargaron de ayudar a los felinos y a los lobos a cruzar las fuertes corrientes a salvo. Retomamos el avance por los áridos y rocosos cerros, avanzamos durante la noche del segundo día, hasta el atardecer del tercero, entonces, cuando los últimos rayos del sol se ocultaban tras las montañas del este, vimos las hojas anaranjadas del Bosque Amarillo.

Era la primera vez que me internaba en otro bosque que no fuese el mío, y como no, si caminaba hace unas pocas semanas. El Bosque Amarillo, también conocido como El bosque del eterno otoño, recibía su nombre por las hojas de los árboles, las cuales se mantenían siempre al borde de caer, con un color seco entre café y naranja, no había tantos animales como en mi hogar, más que nada arañas y reptiles vivían en sus escondrijos sin causar mayor impresión. Mi grupo y yo caminamos a través de la espesura anaranjada, todos sabíamos a donde ir, esto gracias a la conexión que los seres vivos poseemos con la naturaleza, con la tierra, con el mundo.

Entre tronco, rama y hoja oíamos susurros espectrales, era una especie de canto, una canción que hablaba de dolor, pena, de destrucción, la voz que la entonaba se escuchaba cansada, a medida que nos acercamos al lugar de donde provenía el canto, pudimos escucharlo con claridad. Fue perturbador oírlo.

Vidas que nacen, vidas que se deshacen,
Las hojas caen, las hojas cayeron, las hojas caerán,
Vidas tapadas por la muerte, almas sin luz ni color,
Vidas que nacen, vidas que se deshacen.

¿Cuánto tendremos que esperar?,
Esperamos para caminar, también para hablar,
Esperamos para ayudar, también para maltratar,
Esperamos la muerte, esperamos la vida, siempre esperamos.

Gritos de tristeza ahogan al mundo,
Agonía, terror, desolación,
Ha llegado el día del fin, ha llegado por fin,
Un error que no debía ser error, un amor que se transformará en terror.

Maldito está, quien desea cambiar, no debe hacerlo,
Quien desea luchar, no debe hacerlo,
Vive como debes vivir, no intentes la armonía destruir,
Vive como debes vivir, vive hasta morir.

Vidas que nacen, vidas que se deshacen,
Vidas pasadas, vidas presentes, vidas futuras ya imposibles,
Naturaleza llena de vida, ha llegado el día,
Ha llegado el día, en el que la vida, no vea otro día.

En un claro, frente a un arroyo, llora uno de los míos, seis metros de altura, ramas y hojas doradas adornan su cabeza, él canta y me mira, él le canta a la vida.

—No debes hacerlo —dijo el gigante de madera dejando su canto olvidado.
D3ne11 de febrero de 2008

2 Comentarios

  • Mejorana

    Es un gran relato, bien escrito, bien trazado. Interesante.

    11/02/08 09:02

  • D3ne

    Muchas gracias, pronto traeré los próximos capítulos.

    12/02/08 04:02

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