Oye el eterno rumor de las breves olas
en esta noche de estío tranquila.
Contempla la danza de las amapolas
que pintan de rojo el campo de espigas.
Siente el batido de las verdes copas
rasgando el raso de la impía calima.
Y ahora, vuelve la vista a mí, y mira:
Estoy a tu lado, con mi dolor a solas.
Soy la espuma que muere en tu orilla,
la flor que la brisa ardiente marchita,
el árbol que se inclina y se deshoja.
Sabes que mis ojos te interrogan:
Amiga sin más, dices que soy ideal
aunque de toda esperanza me despojas.
Pero sólo responde, silente, tu sombra,
mientras llueve en mi lecho llanto abisal
pues en mi penar el estío se acongoja.