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Muchas veces, me sorprendo a mí misma contemplando mis propias manos. En ellas, es donde más veo el paso del tiempo, de mi tiempo; en ellas, es donde más vacío encuentro cuando intento atrapar los sueños, suspensos en el aire que de entre mis dedos se escapa. Manos que acariciaron y fueron acariciadas, manos abiertas; manos ahora cerradas, encogidas por el dolor de sucesivas pérdidas y doblegadas por el peso de reiteradas ausencias. Me observo las palmas de las manos; taladro con la vista las líneas que las recorren y los montes que las conforman. Intento escudriñar en ellas mi destino, pero no sé Pasado, presente y futuro se me amalgaman y confunden en el caos. ¿Será verdad que nuestra historia está escrita en las manos? Si así fuera, estaría leyendo mi vida. Sin embargo, mi lectura siempre es ciega, ignorante, y desde luego, interesada. Construyo realidades pasadas, presentes y futuras sobre mis manos: evoco tactos palpitantes donde solo había soledades acompañadas, siento temblores de presencias sobre la piel erizada de nostalgias, ensueño futuros senderos de sensaciones escalando las eternidades de la utopía. Nada hay más quimérico que una quiromancia auto-interpretada. Pero el tiempo el tiempo está ahí, incontrolable, cierto, incuestionable, en mis manos, dejando su huella indeleble, mientras pasan las horas, los días, las estaciones, sin pausa
Es cierto en las manos se ve paso del tiempo bueno y malo lo vivido va dejando sus surcos .Me gusto saludos un abrazo