A veces, por mi barrio paseando, nos cruzamos,
caminar apenas puede; y la lleva, lenta, del brazo
una chica que la atiende; siempre que me ve, me
mira con sus ojos profundos y asombrados; yo
devuelvo su mirada inocente, sonrío, se le ilumina
la cara, y sus ojos le chispean de serena alegría,
ojos claros y muy abiertos como niña sorprendida
por gozo inesperado; ¡cuánta dulzura desprende
su carita de blanco nardo! Entonces se detiene
como a punto de decir algo, pero calla; tan solo
me mira con esos ojos entre celestes y agrisados,
mirada tierna y limpia de esencia plateada
me prende la mano, la aprieta, suavemente,
y me torna transparente - la miro, y me entiende;
mientras, la chica que la atiende, respetuosamente,
aguarda intrigada, pero calla, pues no comprende
ese diálogo silente, esa alianza sin palabras.
Que bello lo que has conseguida, y cu?nta ternura envuelve tus versos.
Me ha tra?do el recuerdo de mi bisabuela, y hasta una l?grima deb? conjugar de mi mejilla.
Me gusta como escribes.
Recibe un afectuoso saludo.