En esta cautiva hora de silencios y lunas
duerme mi dolor sobre las dunas
de la soledad.
Por el aire tu olor a sándalo e incienso
en su viaje astral hacia mi desierto.
Grabado en piedra sortilegio ancestral
desafiando la erosión de los vientos
y el arenal, recuerdo preso y pertinaz
de otros tiempos.
En este lugar de sombra y agua sediento,
sueño que sueño el humedal de tus labios
sobre mi piel ermitaña y ardiente.
Y tus brazos, ¡ay, tus brazos!, serpientes
enroscadas sobre mi cuerpo, abrasado
por la ausencia de tu oasis y trincheras.
Ay, duermevela de solitarias quimeras
Ay, prisionera de silencios y lunas
En realidad, mi dolor no duerme nunca.
Ni tampoco mi soledad.