El viento otoñal entre olivares
suspira en verdes cantares,
y huele a romero y a espliego
este bello atardecer etéreo
de naranja, ocre y bramante,
perdida mi vista en eternidades,
espacios inconmensurables
de encuentros entre tierra y aire.
Y evoco otro otoño y otro cielo
surcado por las migrantes aves
rompiendo el silencio infinito
del amado bosque de mi infancia
poblado de castaños y pinares,
donde escapaban las ardillas
por hondas y sombrías oquedades
mientras los críos con constancia
corrían en vano a su alcance.
Huían en dulce y suave cadencia
los restos de las tardes estivales
entre las hojas caídas y la hiedra
reptante sobre blandos humedales,
ocultos en umbría los pedregales,
oscuros laberintos de las sendas.
Recuerdos de otoñales vividos
trascendiendo memoria y sentidos
que nunca se perderán en olvido.