Espero expectante esa lluvia generosa,
lluvia de otoño, pertinaz y temblorosa
contra los cristales.
Quisiera que llegara en hora dadivosa,
en mañana sin tiempo, presta al reclamo
y sin ambages.
De nuevo sacar del armario el chubasquero,
el paraguas cual sable que salude al cielo
y a las calles salir a su encuentro ansiado.
Sentir sobre mi rostro el transparente llanto,
aspirar sin miedo el vaho puro de su aliento
embebiendo de mis soledades sus silencios.
Fríos humedales sobre mi frente, resbalando
hasta los labios, calmando la sed de un beso.
Gotas deslizantes por mi pelo, columpiando
cabellos lacios hasta aquietarse en mi pecho,
mientras chapoteo charcos de partida niñez
en cándida memoria de blancos juegos.
Lo que de sus aguas espero, lo sabe bien:
Que arrastre lejos la hiel de un recuerdo,
que borre de mi piel el tacto de unos dedos
de un amor que fue eterno en mi ensueño,
hoy verso desolado de dolor por un ayer.