Corre muerte alquitranada por calles de condena,
el asfalto la engulle en su negra viscosidad,
la luna pende densa y amarilla sobre su cabeza,
pálidas sonrisas se ofrecen con voracidad,
se consuman trashumancias de deseos en venta
en la ciudad ingrávida entre sueño y despertar.
Sus pasos la persiguen, no es ella quien los da
sino esperanza que la impele a vagar, a caminar
sin rumbo entre estertores de vampiros; se eclipsa
entre estupros de ardores embriagados, flores del mal,
coitos inconclusos en rincones escondidos; la pista
del circo al alba se vacía, y vuelve triste a su hogar.
Un fin de semana más sintiendo la misma vacuidad
repitiéndose sin cesar; busca hallar su zapatilla
de cristal, olvidada tiempo atrás en forzosa partida,
anhelándola restituida por algún príncipe ideal;
mientras, ella se mantiene soñadora y virginal,
esperando, siempre esperando, que él aparecerá