Nada que Defender, Nada por Lo
que Luchar.
18 de diciembre de 2007
por danifitipaldi
Mirando al horizonte, desde lo alto de la loma, siento que mi alma fluye, guiada por el viento, que me susurra que algo mejor me espera allá a lo lejos. No puedo dejar de contemplar al astro rey, como pierde su esplendor, como se humilla por fundirse en un abrazo con su amante de la noche, que ya a lo lejos se divisa y le dedica una mueca de amor. La luna hoy brilla con fuerza, aún siendo atardecer se deja ver completamente llena, llena de amor
Y yo sigo mirando las nubes partir, ir y venir, desgarrar al anaranjado sol y volverse púrpuras de emoción. Pájaros volar, disfrutando de los últimos rayos de luz y así disfrutar un poco más de su libertad, que será robada por la melancolia de la noche.
Y mientras miro no dejo de recordar, que hoy soy afortunado por divisar la vida, la vida en su plenitud, en su quietud
en toda ella. Cuando hace dia y medio yacía a los pies de esa misma colina, recobrando el último aliento de mi vida
Buscando aire dónde sólo habia mugre, humedad y hedor a muerte.
Unas lágrimas, no sé si aguntiosas o de felicidad, recorren mis mejillas
creo recordar con todo detalle lo que allí ocurrió hace unas horas.
***
Una lanza atravesó el pecho de mi compañero, se encontraba a pocos pasos de mí, eso me hizo pensar que la muerte me abordaba, y que no tardaría en dar conmigo. Pero me aferre a la vida, como el más romántico se aferra al amor, como el más ebrio al alcohol
y luché. Giré sobre mis pasos y contemplé al fiel compañero, que sucumbia junto a mis pies, alcé la mirada y contemplé a su verdugo
Su mueca era a la vez burlona a la vez complaciente, parecía indicarme con su mirada que no mataba por gusto, que él se encontraba allí como todos los demás, para dar muerte o para encontrarla. Sin más su cabeza surcó el cielo, mi espada encontró su cuello como pudo encontrar su brazo izquierdo, el más cercano a mi persona, ya que mi cuerpo entero temblaba, henchido de orgullo, terror, admiración, emoción
nerviosismo.
Seguí avanzando hacía las murallas de la ciudad enemiga. Allí, junto a las puertas de la ciudad se encontraba el lider de mi escuadrón, dando batalla al bando enemigo
Ánimo valientes, muerte al hereje
alcancé a oir. Atravesé con mi acero a un nuevo contrincante que se me acercó con ánimo de hacer lo mismo hacia mi persona.
Ya no recordaba qué nos condujo hacia este lugar, por qué motivo o noble causa peleabamos
ya, como el resto de los que allí estabamos, sólo quería sobrevivir.
De repente fui sacado de mi pensamiento y sin razon, ¡arqueros! ¡catapultas! Piedras y flechas nos llovían, cual monzón fiero
Una de las flechas alcanzó el ojo de uno de mis compañeros más cercanos, otra hirió en el brazo a otro más alejado; encontraban piernas, brazos, cabezas, cuellos
incluso extremidades y torsos de nuestros propios contrincantes. Está claro que a nadie le importaba la vida de todos los que luchabamos allí abajo, da igual quien muera o viva
mientras las nobles causas de los que mandan se vean saciadas.
Con un leve gesto, mano izquierda alzada, nuestro lider solicitó a nuestro sequito de arqueros su presencia en el campo de batalla. Asi pues, tras un cerro cercano, aparecieron subitamente nuestros arqueros
Los del bando contrario huian despavoridos, mientras que, rodilla en tierra, las flechas de nuestros compañeros silbaban cantos de muerte al surcar el cielo y encontrar el cuerpo de nuestros oponentes.
Seguí el trayecto de una de las flechas
Ésta iba dirigida a lo alto de la muralla de la ciudad, allí y resguardados sobre los adoquines de la muralla, se encontraban los arqueros de la ciudad sitiada. Más flechas pasaban de largo y acababan en el interior de las murallas
gritos de dolor indicaban que encontraron su destino, el cuerpo de los soldados encargados de las catapultas.
Así, durante unos instantes, dejaron de llover piedras y flechas, y otra vez la mano alzada del lider nos dio a entender que el asedio continuaba.
***
La noche anterior, mientras la fogata continuaba ardiendo, no pude sino contemplar el cielo, cubierto bajo un manto de estrellas
y llorar. Llorar a la dueña de mis ojos, a la bella mujer que desconsolada espera el regreso de su compañero, pero que resignada entiende que quizás nunca jamás vuelva a verlo
Y tomé la plumilla que con cariño me regaló, y un fragmento de pergamino, y escribí las que podrian ser mis ultimas palabras:
Mando hacia ti esta misiva, la mando junto a mi corazón en batalla, un corazón que no siente, pues ni las mas cruentas batallas, ni ver los cuerpos inertes de mis compañeros, consiguieron atormentarle
No lo consiguieron, porque era ya un corazón roto al tener que dejarte. Mis manos sudan, y nos es por el terror, es porque lloran al no poder tocarte
Mis ropas estan rasgadas, no por el fragor de la batalla, sino por no ser cuidadas por tus dulces manos
Y mi alma
¿dónde estará mi alma? Mira siempre a tu lado, pues se quedó contigo
Siempre tuyo, un ser sin alma.
***
Los grandes portones de las murallas, ahora abiertos, vomitaban más y más soldados contrarios
Rápidamente pude abrirme paso y llegar, después de un tiempo, a mi destacamento. Mi fiel amigo me dedicó una leve sonrisa
contemplaba sus ojos, llenos de júbilo al contemplarme, pero su gesto se volvió sombrio
su mirada sobrecogedora.
Ahora me encontraba de espaldas a los muros de la ciudad, contemplando impresionado los ojos de mi amigo y compañero
Giré mi cuerpo y le di la espalda
Los portones abiertos dejaban ver una ciudad en llamas, pero no ardía
las llamas volarían hacia nosotros en cuestión de segundos
Bolas de fuego eran lanzadas desde las catapultas hacia todos los que alli nos encontrabamos, daba igual su raza, religión
Un sonido sordo sobrevolaba nuestras cabezas
y un instante después pude contemplar en llamas a muchos de mis aliados
Debido a la confusión, nos atacaron por la espalda
mi amigo lanzó un alarido de dolor
una lanza lo atravesaba en dos
Mirandome, con los ojos cubiertos de lágrimas, cayó al suelo
Intenté acercarme al agresor, pero el fuego lo alcanzó antes que yo, ahora ardía
Todo el campo de batalla se encontraba en llamas, todo a mi alrededor era muerte y destrucción, la maleza seca del verano fue el mejor propagador
Mi lider hizo un ademán con la cabeza
y uno de mis compañeros hizo sonar su cuerno, era una señal, otra vez nuestros arqueros estuvieron preparados
Sus flechas ahora también ardian
y prendieron fuego en el interior de las murallas, haciendo que este se propagase por todos y cada uno de los rincones de la ciudad asediada
Se acabó, ya no había nada por lo que luchar, ya no quedaba nadie que diese batalla, ni nadie a quien batallar
Todo a nuestro alrededor era muerte, cenizas
Sólo unos pocos sobrevivieron a las llamas, flechas, piedras, lanzas y espadas contrarias
Ahora el cuerno de nuestro compañero tocó retirada
Todos nos fuimos, pero algo dejamos allí, la vida de los compañeros, la esperanza de todos y cada uno de los que nos fuimos y los que allí quedaron inertes
Las ideologías y costumbres
nada sobrevivió, ni la razón humana de quién hasta allí nos condujo, moviendo su dedo y luego descanso plácidamente en su sillón de terciopelo
Miraba al horizonte, ya no hay tierra por las que luchar
Ya sólo libre nos queda el cielo
(Visto en mi blog -no lo pongo, no sé si es correcto hacer spam-).