Dicen por ahí que te han visto callar. En un principio no pude dar crédito. Tú que siempre supiste que decir, cuando hacerlo, y de qué manera.
Talvez, bajo tu punto de vista todo está dicho.
Yo no te lo voy a negar, pronunciamos algunas palabras tantas veces que le raímos las esquinas.
¿Recuerdas nuestro juego de las palabras? Nos poníamos muy cerca, uno frente al otro, y mirándonos a los ojos fijamente, empezábamos a pronunciar
ehm, ¿qué era?, ah, si. Manatí.
Manatí, manatí, manatí,
Después de unos minutos esa palabra ya no existía, nada sobre la faz de la tierra podía llamarse así. Reíamos y cambiábamos de palabra, luego fue césped, después remolque, y finalmente amor,
Jamás debimos jugar con esa palabra. ¡¿Cómo se nos ocurre jugar a perder su significado?!
Dicen los rumores que no dices nada. Cuentan que masticas y tragas todo lo que piensas. Nadie sabe si ríes o lloras, si disfrutas o padeces. Y aunque no lo digas se que lo piensas ¿Qué cojones le importa a la gente lo que yo diga o calle?
Y después pensarías ¿lo ves?, ese fue siempre tu problema, poner palabras tuyas en mi boca callada. ¿Me odias por mi silencio, o por el sonido que crees que significa?
Podría responderte a eso. Pero estaría respondiéndome a mí. Porque tu callas, solo callas, siempre callas.
Y no digas que no, (o no lo pienses), que no solo lo dice la gente, que yo también te he oído callar en mitad de la calle. Sin tu voz nada tiene sentido, como manatí.
Y si te dicen un día que me han visto por ahí hablando solo, no creas que me he vuelto loco, solo trato de mantener equilibrado el universo, soltando al viento las palabras que tú vas desechando.
Yo seguiré buscándote en hospitales, velatorios, bibliotecas,