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Su Vida a Partir de Ahora

Se cercioró una vez más. Efectivamente, no había dudas, su corazón había dejado de latir; en realidad llegó a dudar que lo hubiera hecho en los últimos años.
Sentada en el suelo suspiró y puso un cigarro en sus labios, mientras con sus manos, aun temblorosas, intentaba encender el mechero.
Todo había terminado, pensaba con el cadáver de su amado delante. Ya no temería andar a oscuras por casa, ya no sentiría mas helar su sangre al oír unas llaves en la cerradura, ya no sentiría culpa al ver a sus amigas, o al abrazar a su madre como desde hacía tiempo no había hecho. Había conseguido librarse de su opresor, lo tenía sin vida delante de ella.

-Hijo de puta- pensaba mientras dejaba escapar el humo de sus labios-, aun te echo de menos, aun ahora. Tanto que tu muerte me está partiendo el alma, tanto que lloraré tu silencio unas horas más. Sin embargo, me toca ser fuerte y asimilar, que jamás tu muerte llegará a dolerme lo que me dolió tu vida.

Dentro de él existió un hombre al que quiso, y eso la llevaba a acurrucarse abrazándose el alma, sintiendo como sus lágrimas labraban surcos y hacían escocer todas sus heridas.

En unos minutos apagaría la colilla sobre la moqueta, se levantaría, secaría sus lágrimas frente al espejo, se miraría y se sabría valiente, iba a hacer todo eso e iba hacer más, iba a descolgar el inalámbrico para llamar a la policía, e iba a entregarse. Esto no le provocaba ningún miedo; las huellas de su marido en su cuello y su larga lista de denuncias, incluyendo orden de alejamiento, eran pruebas irrefutables a su favor, ella intentó quitárselo de encima; fue su ángel de la guarda -y no ella-, lo que le hizo tropezar.
Lo que aconteciese ahora no la inquietaba lo mas mínimo, lo peor ya había pasado, el mayor de sus miedos había muerto, justo cuando el mas grande de sus amores se rompía el cuello escaleras abajo.
¿Quién sabe?, talvez ella tuvo una fracción de segundo para agarrarlo, una fracción de segundo que utilizó para decidir no hacerlo; y paradójicamente, esta fue la primera vez que no sintió estar equivocada. Lo que debió ser sentimiento de culpa, se convirtió en un estúpido aire de libertad.

Apuró su cigarro y lo apagó en la moqueta, se levantó aun aturdida, secó sus lágrimas frente al espejo, se dijo valiente con la mirada y se dirigió al teléfono. En unos días sería juzgada, como tantas veces hizo consigo. Solo que esta vez tendría el suficiente valor para salir en su propia defensa.

El luto de aquel día la dejó aliviada, pues al morir su amor, su esposo, su pasado,…había muerto su fragilidad, su cautiverio, y su maltrato.
No sabía como iba a ir su vida a partir de ahora, pero intuía que a mejor.

Debenetash12 de septiembre de 2010

3 Comentarios

  • Mary

    Muy duro... Tal debe de ser la desesperacion y el sufrimiento para
    hacer algo asi, pero a veces el laverinto tiene una sola salida.
    Liberarse es vivir de verdad.

    Me gusta como lo relataste, hace que te puedas poner en el lugar
    de ella y se entiendan sus razones.

    Besoss!!

    12/09/10 08:09

  • Lau928

    muy buen textos, creo que si alguien pudiese relatar algo asi que hubiese pasado por este horror, se parecería mucho a esto.
    laura

    12/09/10 11:09

  • Teresina

    Muy fuerte tu escrito pero muy real.Creo que habran mujeres que se sentiran identificadas con tu texto.Saludos

    12/09/10 11:09

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