Una mañana fría, entre tinieblas amaneció,
No había sonido alguno,
La vida enmudeció,
El hombre buscó los motivos,
Pero nada encontró.
Los animales, las aves, la vegetación,
Todo había desaparecido,
Solo un silencio atronador.
El cielo estaba vacio,
Ni estrellas, ni luna, ni sol,
El hombre se quedó solo,
Solamente el hombre,
y su Dios.
Comenzaron a oírse lamentos,
Lagrimas de dolor,
Gritos desgarradores,
Oraciones de perdón.
Dios se había cansado,
De tantas guerras, odios, terror,
De tanto sacrificio en vano,
De tanta destrucción.
De repente sopló un gran viento,
Y la tierra se abrió,
Temblando y rugiendo,
Dando su último estertor.
El cielo dejó de serlo,
Para unirse al horror,
Los vientos aullaron,
Y el hombre solo quedó.
Solo con su miseria,
Solo con su horror,
No podía defenderse,
De la Ira de Dios.
Rogó por su vida,
Lloró, gimió y rezó,
Pero Dios solo veía,
El daño que el hombre causó.
Ya perdida la esperanza,
Solo sabía pedir perdón,
Que su Dios le escuchara,
La última súplica de redención.
No volvería a olvidarlo,
Seguiría los mandatos del Señor,
Cuidaría de su legado,
De la Tierra, De la vida, De los animales,
De su propio Dios.
Pero Este levantó la mano,
Y la Tierra con un gran alarido
.. crujió,
Los cielos se levantaron,
La tormenta arreció,
Huracanes embravecidos,
Rayos y truenos, fuego y dolor.
Y el hombre lo tuvo claro,
Y entonces lo entendió,
Como pago a todo su daño,
El fin de los días llegó.
No creo en Dios y menos en un fin de los días jaja pero como poema fantástico está genial un saludo amiga