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583 Días - Capítulo 1: Sidd

El 28 de noviembre de 2013 fue un día húmedo y frío. Recuerdo que cuando salí de clases, alrededor de las 2 de la tarde, comenzó una tímida lluvia (desde hace algunos años la temporada de lluvias en esta ciudad se extiende hasta los últimos meses del año) compuesta por miles de gotas frías y pequeñas que en poco tiempo cubrieron la ciudad y mis anteojos de un velo más oscuro, triste y contaminado que de costumbre.

Mientras salía de la escuela y me «adentraba» a la calle pude observar algo que de no haber sido por mi aburrimiento no hubiese notado: Es tarde había dos tipos de estudiantes, los primeros se dejaban llevar por el aguacero y caminaban a paso lento por la calle, exhibiendo un rostro matizado por la ilusión y el ensueño que le hemos asignado a este fenómeno, mientras que los segundos no disfrutaban de este y se lanzaban a la huída para encontrar alguna marquesina que los pudise proteger un poco mientras que el autobús se dignase a llegar, estos últimos eran más e inclusive llenaron el bar de mala muerte que está frente a la escuela y que al cabo de veinte minutos, con el pasar de la lluvia, volvió a estar tan vacío como siempre. Yo fui de estos últimos y al ver el primer bus medio vacío me subí. La ida a casa, trayecto de una hora, fue horriblemente tedioso; pasar todo el viaje parado, sin audífonos y con un olor a humedad llegando por todos lados no es la idea que tengo para un jueves de lluvia. Pero a final de cuentas llegué, que era lo que más anhelaba.

Esa tarde descansé del frenesí que había pasado la noche anterior por acabar todos mis trabajos finales: nunca me destaqué por la responsabilidad dentro de la escuela. Vi televisión, comí sopa de fideo y tostadas de jamón, sequé mi ropa húmeda y dormí durante toda la tarde.

Al despertar de mi siesta aún me sentía cansado pero era aún temprano así que pasé las siguientes horas perdiendo el tiempo en internet (como lo hacía cada vez que tenía tiempo libre).

En mi vagancia me encontré con un post en el que anunciaban una radio en línea «Esquizofrenia Natural» que comenzaba a transmitir en ése momento. Le dí una leída rápida a los temas que tratarían (tan insignificantes que no los recuerdo) y entré aL enlace que marcaba la publicación dispuesto a perder una hora más de mi vida.

La página web era simple: un chat donde los escuchas debatían y preguntaban cosas al locutor (el cual, debo admitirlo, tenía una voz muy atractiva) y un reproductor de música el cual controlaba el volumen de la radio. Nada más. En el chat se hablaba acerca de las enfermedades mentales puesto que era el tema en curso y me llamó mucho la atención Sidd, miembro del chat quien buscaba a alguien con una enfermadad mental, por morbo quizá, y como yo creía tener algo parecido a esto se lo comenté y me añadió a una conversación privada donde solo estábamos ella y yo. Al principio hablábamos de la esquizofrenia pero pronto nos decantamos por hablar de literatura y el porqué mi nombre de usuario era Cronopio; me sentía excitado en el sentido no tan sexual de la palabra porque uno de mis sueños húmedos de entonces era el darme a conocer a alguien a través de la literatura. Al terminar de hablar sobre «Cronopios y famas» de Julio Cortázar me dijo que debía irse así que nos despedimos. Y yo pensaba que, como cualquier otro de mis encuentros fortuitos, todo se esfumaría a partir de ése «Hasta luego» puesto que no soy una persona que busque normalmente seguir en contacto... y acto seguido lo dejó caer:

—Ah, y puesto que no nos presentamos en ningún momento; soy mujer —sentí alivio al leer esto, por aquello de la excitación—y me llamo XXXXXX, ¿me pasas tu Facebook?

Dudé. En ése entonces no agregaba a cualquier persona a mis redes sociales, no por miedo a los desconocidos sino por el temor de que una lista de «amigos» se llenara de extraños y al final solo fuesen un contacto más, engrosando mi inexistente vida social. Eso era antes. Actualmente no podría importarme menos. Con una amplia lista de «amigos en común» es más facil que una mujer desconocida te acepte... y yo no perdería la oportunidad de ver las fotos de alguien a quien nunca conoceré. Al final, después de un minuto preguntándome qué debía hacer, envié la dirección de mi Facebook y acto seguido apareció la solicitud de amistad y la acepté sin pensarlo más.

Hablamos un par de minutos más, temas intrascendentes por supuesto:
¿Tienes sueño? ¿Cuántos años tienes? ¿En qué semestre vas? Suerte en tu examen. Ten un lindo día. Nos vemos mañana por la noche. Buenas noches. Descansa.
Diegor703 de junio de 2015

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