El celular no dejaba de sonar como de costumbre. Pero esta vez no note la misma sensación, no me sentía excitado ni desesperado por atender, mi pulso parecía normal, pero no dejaba de estar presente en cada instante el sonido de mi celular.
El hábito era el mismo, celular pegado a la mano, y una adicción más para la colección de esta nueva era, el reflejo era ya condicionado. Pero esta vez no lo encontraba, sonaba y sonaba, mientras yo, obviamente me iba desesperando.
Lo comencé a buscar locamente por todos lados, estaba oscuro, pero ni siquiera veía su luz, podía sentir claramente su melodía muy cerca, extremadamente cerca, pero no lo podía encontrar.
¡Cómo podía pasarme esto ¡¿! no podía tomar mi propio y maldito celular¡?, mientras no paraba de sonar.
De pronto siento un gemido a mis espaldas, giro mi cabeza, y con los primeros rayos de sol, puedo ver los cuerpos de toda mi familia; estaban agonizando en medio de la ruta, yo tenía enterrado el volante en el medio del pecho, y mi celular...mi celular estaba clavado en mi cabeza.
Según el forense, el celular estaba literalmente dentro de mi cráneo todavía sonando, pero; muy lejos de mi maldita conciencia.