Quiero que me devuelvas el murciélago. Repetía sin parar profundamente indignado, mientras su amigo trataba de dormir. El murciélago es mío, además me escucha más que tú, me miraba a los ojos, y por las noches me hacía compañía. El amigo ya cansado de escucharlo, se levantó, tomo una caja que estaba abajo de la cama, saco el murciélago, se lo puso en el pecho, y se durmió. El compañero por fin se calló.
A medianoche, los enfermeros ingresaron a la habitación, le sacaron un zapato del pecho, ajustaron los chalecos, y apagaron la luz.
Que bueno Diego, me sacaste una sonrisa de buena mañana :)
Es innegable la gran diversidad de tus escritos, ¡admirable!
Un gusto leer cada texto tuyo, un abrazo.