El, la miraba, ella, también, luego de aquellas miradas, él se acercó y le hablo al oído.
Ella, le pidió un instante más, él, comenzó a acercarse cada vez más.
Ella, le explico que había sueños sin cumplir, y algún insomnio dormido todavía en sus brazos.
El, comenzó a abrazarla con un aire gentil, hasta que ella, cándida y sumisa, lentamente se marchó.
El sol, comenzó a brillar, y la luna; deberá esperar, que la noche la vaya a buscar.
La verdad, es que es una pena que la luna y el sol, nunca lleguen a abrazarse, seguro que de su unión surgirían chispas.
Buen texto, como viene siendo habitual.
Un saludo.