Con la voluntad dormida en la piel,
un puñado de sombras altivas y difusas,
caían sobre un manto sereno de ilusiones,
detrás de un manojo de caricias ausentes.
Ojos perdidos en rostros de mármol,
al embrujo de sonidos cautos y frágiles,
latidos enervados en manos de seda,
luminiscencia presente, espontánea, vital.
Un deshabitar de presagios que vagan,
ocultos en un puñado de instantes porvenir,
nubes sin forma seduciendo a la aurora
detrás de todas las miradas ingenuas.
Lágrimas sembradas en un mar de palabras,
reino de todos los silencios sutiles,
esbozando un atisbo de esperanza,
en los inefables rincones del alma.
Palabras hermosas, sí, de eso no hay duda