Aquella noche no terminaba nunca,
te había perdido en mis palabras,
mi cuerpo te extraño al instante,
mi corazón creyó enloquecer.
El silencio inspiro mí lenguaje,
te llenaste en mis ojos,
la emoción inquieta empujaba,
todo lo que debía suceder.
Un lapsus de divinidad,
se amparó de mis sentidos,
y en cascada tus besos cayeron,
tu corazón latió en mi boca.
Mis labios comenzaron a latir,
la pluma en mis manos se llenó de furia,
palabras brotaban y desbordaban como mares,
solo con tu alma, en aquella bella noche en ti.