Las gotas de sudor resbalaban por su cráneo tembloroso desde su helada frente,
el jadeo rasposo llenaba su nuca con un aliento que paralizo sus huesos.
La oscuridad era impenetrable, inquieta, como un silencio escapando desde un sepulcro.
Aquel sótano tenía un olor a humedad de caverna sepultada por siglos, y el hedor... el hedor era el de una bestia.
Todo sucedió en un instante casi atemporal, la brutal tormenta lanzo un rayo que ilumino aquel sótano, el piso tembló, la tierra pareció hundirse y con un estruendo ensordecedor, el esqueleto de aquel hombre se desvaneció una vez más.
Cuenta la leyenda, que cada noche de tormenta, cuando un rayo cae cerca de aquel castillo, una luz viaja a través de sus catacumbas, reflejando sobre la pared de aquel sótano, la sombra de una gárgola sentada en los pretiles de aquel viejo castillo. El miedo de aquel hombre atrapado, y solo, fue tan grande, que se dice que su alma huyo espantada de su cuerpo, al ver la sombra de aquella gárgola reflejada en la pared.
Actualmente, cada noche de tormenta, sus huesos se levantan buscando su alma perdida, que quedo vagando en aquel viejo castillo.
Mientras tanto, ayudado por un gentil fantasma, su alma transita tranquilamente y en paz por el castillo, mientras sus huesos yacen atrapados en aquel sótano olvidado por el tiempo.
HASTA QUE UN RAYO; VUELVA A CAER.
Parece una historia de las antigua,s de las que contaba Poe en sus escritos. Un clima muy gótico, el que pones a tus obras.
Un saludo.