Mi espíritu voló hacia la noche, con un andar de águila encantada, dio vueltas, y vueltas sobre la luna, para posarse en lo más alto de aquel árbol.
Contemplando desde tal majestuosa altura, con mis ojos de águila, al final del mundo llegué.
La rama con balanceo de péndulo, hamacaba mi cuerpo fundido en el todo, con un respirar tan suave y terso, como una orquídea nocturna.
Mi cuerpo ocupaba el espacio de una sinfonía perfecta, tocada por el viento que danzaba en el lugar, y dormido en aquella noche me quede.
Al despertar, mientras mi espíritu regresaba, sobre mi almohada, algo lentamente se desvanecía; era una hermosa orquídea nocturna, que aquella noche me regalo.