Tanto he llamado al destino que para volver a mis pensamientos he de nacer de nuevo al combate con la luz. Andar. Andar de mis sentimientos en forma de buscada entrada a la torre de mi vida. Quedará lo vivo, lo eternamente vivo, en la sangre de la tarde... y una canción sonando en los pìes del aire.
¿Es mi sueño una caracola?. La fuente de los amores me avanzan en el recuerdo. Voy a ir a las alas del gorrión para asirle mi corazón enternecido porque quiero respirar el cielo que besa todo el jardín donde las rosas son el eco de mi pecho.
Abierto a la luz y al suspiro me inundo en la plata del aire. Y vuelo. Vuelo sobre el prado verde y la vida que deja huella. Pero en el camino que piso, al bajar a la arena de la tierra, mi propia huella es un silencio de tiempo recóndito y recogido. En el cielo germina el sueño...
Y de pronto la alameda abierta se llena de sabor a vida y por la ventana de todos los nombres de las cosas surge el misterio de un duende que amanece con el hoy. Presente. Está presente el momento de buscar un infinito entre las manos. Y las abro. Y en ellas encuentro a mi caracola...
