De esta sílaba te haré un arpegio
con el repentino nombre de tu llanto
y en medio de todos mis viajes
entre papeles de versos escribiré mi canto.
Bien está caerse desde uno mismo
hasta entrar de lleno en el dulce encanto
de haberte amado hundido en el momento
de la brillante luminosidad donde te planto.
Hoy me recuerdas la dulzura de Machado.