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El Fútbol Como Expresión Sociocultural y Valores Cristianos

Guillermo Infante Cabrera llamó al fútbol "juego nefasto e inevitablemente violento". Decía el absurdo de que "se juega con los pies" y es que Guillermo Infante Cabrera olvidaba que con los pies también se juega, por ejemplo, al patinaje artístico o al esquí. ¿Es o no es un deporte artístico el fútbol?. El ejemplo lo tenemos en Alfredo Di Stéfano Lahule. Un escritor, un arquitecto o un músico aprenden a veces a ser más violentos que un futbolista. No es cierto lo que dice Cabrera Infante cuando habla de que la alegría pasada tras un triunfo no es nada en el dia de hoy pues sólo es pasado nada más. Falso pensamiento. Las alegrías que nos da el fútbol, desde la misma infancia y juventud, siempre son recuerdos vivos en el interior de nuestras memorias y al recordarlas nos produce enorme satisfacción. Por ejemplo, nunca olvidaré a Carmelo; Orúe, Garay, Canito; Mauri, Maguregui; Arteche, Uribe, Arieta, Marcaida y Gaínza. Aún están presentes en la alegría interna de mi memoria. Y hasta en mis escrituras actuales de vez en cuando. Lo que les sucede a muchos intelectuales de las letras (no a todos Gracias a Dios) es que no entienden un partido de fútbol aunque sólo sirva para que Bustares gane, por fin, una copa veraniega, a los prepotentes de Hiendelaencina. Aquel día del 1-1 (que nos bastó para ganar el trofeo) está siempre en la memoria de los que lo jugamos y en la de quienes nos vieron conseguir tal hazaña.

El duelo entre el Real Madrid y el Barcelona, por ejemplo, pasa de ser una comedia o un sainete madrileño a una tragedia o un esperpento barcelonés y viceversa. No pueden olvidar los barcelonistas que don Alfredo Di Stéfano Lahule prefiriese jugar en el Real Madrid y vaya por delante que no soy seguidor madridista. Di Stéfano prefirió jugar al lado del húngaro Puskas antes que hacerlo al lado del húngaro Kubala. Nunca lo han podido digerir. Según dice Julián Marías, el único responsable del enfrentamiento entre madridistas y barcelonistas en España fue la decisión de Di Stéfano. Yo creo que hay algo más que eso. Que la rivalidad proviene de cuando comenzó a jugarse al fútbol en España y es de raíz histórica y política. Algunas personas de Barcelona (no todas) no han digerido nunca que Madrid fuese elegida por el Rey Felipe II como capital de España.

Yo he conocido nombres de futbolistas que se han erigido en verdaderos héroes mitificados en la infancia como superiores incluso a John Carradine, Gary Cooper o Henry Ford. Nombro por ejemplo a Agustín Gaínza Vicandi, a Enrique Collar, a José Emilio Santamaría y muchos otros más como Griffa, Gensana, Marcaida, Kopa, Lesmes, Xirau, Molowny, Glaría, Rial sin olvidar que, en algunos momentos, tuvieron su gloria paersonal jugadores tan sencillos como Pepín, Peporro, Pepillo y otros más grandes como Ramallets, Juanito Alonso, Pazos... y aquella famosa formación compuesta por Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Pereda, Amancio, Marcelino, Suárez y Lapetra; cuando el famoso gol de cabeza de Marcelino dió la victoria a España en el Campeonato de Europa, en la tarde del día 21 de junio de 1964, en el Estadio Bernabéu de Madrid. Y es que el fútbol es algo más: es una expresión comunicatriva de carácter sociocultural de todos los pueblos.

Se pueden incluso dar las paradojas de ser seguidor siempre de un equipo en el cual ese mismo jugador no hubiese podido jugar jamás si se hubiese convertido en futbolista profesional. Son paradojas sociales pero nunca podemos llamarlas decisiones absurdas. Porque se puede tener como icono futbolístico a Iríbar o a Uribe por ejemplo (jugadores del Athletic Club de Bilbao) sabiendo que no existe posibilidad alguna de ser, de mayor, jugador profesional en dicho club. El escritor García Hortelano fue siempre seguidor del Atlético de Madrid sabiendo que estaba condenado a ser siempre el segundo equipo de la ciudad. Otra paradoja más; sabiendo que ser del "Atleti" suponía, en aquel entonces, ser un sufridor. Pero yo me pregunto: ¿qué da más alegría a un aficionado futbolero, el ganar casi siempre todos los torneos o ganar muy de tarde en tarde alguno de ellos?. Será una paradoja también, pero produce más alegría haber ganado por ejemplo sólo una Liga Española (como ocurre con el Betis de Sevilla) que tener docenas de Ligas ganadas casi año tras año (Real Madrid-Barcelona) porque lo insospechado produce más placer que lo esperado de antemano.

Quienes odian al fútbol es porque nunca jugaron al fútbol chapas en su niñez. La ilusión de encontrar el cromo, la habilidad de saber recortar el cromo, la paciencia en poder emplasticar debidamente al cromo en la chapa y la habilidad de poder sujetarlo bien con el corcho eran momentos de inigualable alegría. Sabíamos que luego vendrían las trampas y el dejarnos ganar para satisfacer ciertas ambiciones pero aquella alegría de poder entusiasmarse jugando con el Español, el Betis, el Mallorca, el Elche, el Valladolid o el Gijón era mucho mayor que la acción de dejarse ganar para no perder la oportunidad de seguir jugando. Llamemos a esto el heroísmo de ser víctimas voluntarias pero soñadores siempre. Hasta que un día crecemos, dejamos de ser niños, dejamos de dejarnos ganar y entonces nos encontramos con la victoria por abandono de los demás rivales. Eso nunca se puede olvidar.

Es por eso que en mi memoria siempre habrá un pequeño rincón inolvidable para Piris, Vera, Argilés, Bartolí, Dauder, Barberá, Sastre, Abel, Muñoz, Tejada, Kuszman, Indio, Recamán, Coll, Camps, Idígoras, Paredes, Boy, Poulsen, Torres. etcétera. Nombres de jugadores que para la inmensa mayoría de la población mundial no significan nada pero para ese pequeño rincón de mi memoria se ha convertido en recuerdo eterno. Cosas del fútbol y su expresividad comunicativa. Una Copa Fiocchi que sólo conocemos cinco personas (una de ellas ya fallecida) pero que queda como recuerdo de la hazaña de haber pasado de la infancia a la primera juventud y entonces es cuando aparecen las primeras señales de que ya empezamos a ser hombres preparados para salir a jugar a fútbol frente a los rivales, vistiendo los primeros uniformes de nuestras experiencias. Eso es el fútbol. Una experiencia de vida inolvidable. Un paso inevitable de la infancia a la juventud que nos convertirá en futuros hombres de la sociedad justa y equitativa. Cuando abandonamos las trampas, cuando nos negamos a ser derrotados, cuando nos sentimos vencedores, es cuando estamos gritándonos a nosotros mismos que pertenecemos al mundo de la Libertad.

Una vez, teniendo solamente 7 años de edad, en el verano de 1956, vi en las escaleras de mi vivienda de Alcalde Sáinz de Baranda, número 56, de Madrid, un grafitti que decía Real Madrid 4 Stade Reims 3. Al principio yo no lo entendía. Pero aquel verano comprendí la distancia que existe entre la realidad y el sueño. Aprendí más tarde que la alineación victoriosa había sido la de Alonso; Atienza, Lesmes, Muñoz, Marquitos, Zárraga; Joseito, Marsal, Di Stéfano, Rial y Gento. Muy pocos de ellos (tan sólo Marquitos, Zárraga, Di Stéfano y Gento) llegaron a ser iconos del fútbol chapas de mi hogar pero había aprendido a soñar con otras experiencias expresivas más allá del fútbol. Gracias a aquel graffitti comencé a idear historias de mi oculta Princesa. Algunos se extrañarán qué misteriosa ilación pueden tener ambas cosas. Como son misteriosas solo pertenecen al secreto personal de cada ser humano que las sueña, o las crea, o las vive o las tres cosas a la vez. Aquel graffiti, incomprensible al principio para mí y que me había hilvanado con el hecho de ser creador de cuentos con Princesa, significaba que el Real Madrid había conquistado la Primera Copa de Europa de Fútbol Profesional.

Mi corazón era siempre rojiblanco pero es que a veces se dan tantas paradojas en el fútbol que son sinónimos de las paradojas de la vida. En realidad yo he nacido en tres lugares distintos: Cuenca, Badajoz y Madrid. Tres lugares para nacer. Tres lugares para comprender que la comunicación a veces se hace tridimensional como sucede en el fútbol: tú escuchando la radio, la radio retransmitiendo el partido y la voz de un locutor haciéndote soñar con goles. Yo gestado en Cuenca, yo saliendo del cuerpo materno en Badasjo, yo viviendo mi experiencia vital en Madrid. A la hora de la verdad esta vida del fútbol es tan tripartita como la propia vida: tú, ella y otro que se quiere interponerse entre tú y ella. ¿Cuántas veces entre la pelota del fútbol se da también esta trilogía de jugador que intenta meter un gol, jugador que intenta evitar el gol y árbitro que decide si es gol o no es gol?. Por eso la tercera dimensión no es un invento tan nuevo como nos han hecho creer. Yo tenia en le fútbol mi propia tercera dimensión: Athletic Club de Bilbao-Español de Barcelona-Betis de Sevilla. Eran tres camisetas rayadas pero sólo cambiaban los colores: rojo-azul-verde. La paradójica evidencia de que la vida del fútbol es una especificación más de la vida social.

Ser una especie de león de San Mamés, por ejemplo, no significa que a veces te sientas como un merengue a punto de ser devorado, como un colchonero buscando tu sustento laboral o como un vallecano listo y avispado par apoder subsistir y salir indemne del empeño. Ese es el juego multicolor donde, al mismo tiempo, nos reunimos otra tercera dimensión de opuestos entre sí: Luis-Pepe-Carlos. Siempre, en el medio de los extremos, se puede jugar con mayor visión al fútbol y a la vida. Ser "hijo sandwuche" tiene esas consecuencias. Hubo un compañero llamado Juan Luis (respeto su apellido porque murió siendo muy joven) cuya mayor ilusión, pasados ya los 20 años de edad, era jugar un partido de fútbol-chapas, porque era hijo único, con Luis-Pepe-Carlos. Y lo consiguió. Conseguimos los cuatro jugar antes de que le llegase su última hora. Quizás muchos piensen qué hacían cuatro hombres de unos 20 años de edad jugando al fútbol chapas en medio de un guateque con chavalas. Posiblemente sólo fuera que el fútbol, insisto, es una expresión sociocultural más de este teatro que es la vida.

Practicar el fútbol (ser futbolista) es tan sano como cualquier otra aventura y no consiste en dar patadas o emborracharse después de una derrota (para olvidar lo inolvidable) o tras una victoria (para perpetuar lo que ya está perpetuado). Nuevas paradojas del fútbol. El hecho de ser un futbolista que aprende a luchar en los campos más duros de la ciudad es como el joven que tiene que luchar para que nadie le arrebate a su chica. El horror de los que cometen la felonía de traicionar su sentimiento abandonando dicha lucha es un abandono de luchar por la propia subsistencia. Si se quiere ser futbolista es necesario querer ser hombre y estar preparándose continuamente para poder cumplir el axioma que dejó escrito Ladislao Kubala: "El fútbol es saber, poder y querer". O sea, como la vida misma. Es necesario saber vivir, es necesario poder vivir y es necesario querer vivir.

Celebrar ciertas clases de goles (no todos los goles son iguales) es una experiencia tan maravillosa que te hace olvidar incluso a Ornella Muti por ejemplo. Enamorarnos de una mujer es haber crecido antes como enamorados del deporte en general; simplemente porque el deporte (sigamos poniendo el ejemplo del fútbol) te prepara física y espiritualmente para ello. Y no sólo eso, sino que es una forma agradable de salud mental. Meter esa clase de goles no es lo importante. Lo importante es saber (seas tú o seas que le has dado el pase tú a tu compañero) qué significado tienen ciertos goles que nunca se olvidan cuando de los másximos rivales se trata los que están combatiendo contra nosotros. Y es que el fútbol sirve para darnos una determinada actitud ante la vida que se transforma en una personalidad ante la vida. Dar un pase a un compañero mejor situado es signo de personalidad. Meter gol cuando debes de meterlo tú es un signo de personalidad. Lo más importante no es quien es el autor del gol, sino qué parte porcentual has tenido tú en la consecución de dicho gol que es, en realidad, la consecuencia final de una secuencia correlativa de todo el equipo. La personalidad de ser jugador de fútbol te forja, precisamente, como un soñador de la vida. Ves a todo tu equipo interesado en saber qué vas a hacer con el balón. Y eso te hace reaccionar como un ser vivo. Es otro hecho fehaciente de vivir en sociedad. Una expresión sociocultural y solidaria que no debes dejarla arrinconada como un olvido. Cuando te observan los demás aprendes a acariciar al balón antes de inventar un espacio hacia dónde lanzarlo (si es que eres un buen futbolista). O aprendes a crear esos espacios imaginarios o nunca destacarás como futbolista. Otro ejemplo más de que el fútbol es una expresión vital.

Es entonces, cuando aprendemos estas cosas, cuando comenzamos a comprendernos primero a nosotros mismos, después a quienes son nuestros compañeros y después a los rivales. Siempre he sido de los que han defendido la idea de que los rivales son, precisamente, los que nos hacen grandes. Alcanzar la victoria (tanto en el fútbol como en la vida) depende precisamente de que existen rivales con quienes competir. Siempre admiré a los rivales caídos y les tendí la mano (a veces también me tocó a mi caer) para darles las gracias pues ellos habían sido las causas indirectas del triunfo final. Podemos y debemos ser caballeros del deporte sea cual sea el color de cada uno de los deportistas. En el fútbol no importa ni el color de la camiseta ni el número que llevas en la espalda. Lo que importa es que tú estás en el campo para cumplir una función principal y que tienes la obligación de cumplirla porque te han elegido líder. Es lo mismo que ser lider de opinión social. ¿El líder se hace o se nace siendo líder?. El líder que se hace artificialmetne siempre termina por sucumbir. El verdadero líder nace por designio de Dios. Los no creyentes creerán que estoy contando fantasías de narrador o cuentacuentos. No. Es porque ni quieren entender lo que les está ocurriendo continuamente. La vida de un líder en el fútbol no es cuento de hadas ni una historia de comic. La vida real de un futbolista lider es el sacrificio continuo, el servir a los demás y el estar siempre preparado para levantar el ánimo en las derrotas y apaciguar el ánimo en las victorias. Sólo los verdaderos líderes naturales son capaces de llevar a cabo ambas acciones. En ese caso da lo mismo Madrid que Bilbao. Lo importasnte es el lugar que existe en tu corazón. En mi corazónn, por poner mi ejemplo personal, existe Madrid, sin olvidar para nada que tengo tres lugares de nacimiento y por eso no olvido ni a Cuenca ni a Badajoz ni tampoco a Bilbao, La Coruña, Barcelona, Castellón y Valencia... pero el lugar donde tuve aiempre que luchar las batallas futbolísticas y las batallas de la vida fue y es Madrid.

Podemos fracasar mil veces con las mujeres, como podemos fracasar mil veces con el balón. Peor no importa. Mil fracasos con las mujeres que no nacieron para tí no son ni tan siquiera una derrota. Mil fracasos con un balón que está dominado por los rivales no es tampoco una derrota. Lo que nos debe importar es nuestra mujer y nuestro propio balón. Ese balón con el que traspasamos la barrera de la mediocridad y nos convertimos en verdaderos futbolistas. Esa mujer con la que traspasamos la barrera de la inexacxtitud y nos hacemos coherentes. Convertirse en héroe es muy fácil. Basta y sobra con alguien que te ayude en el marketing de tu existencia. Convertirse en líder ya no es tan fácil porque ahí no vale ya el marketing ni nadie te puede ayudar salvo tú mismo si es que Dios te ha dado ese don.

La vida se muestra demasiadas veces injusta con los hombres que no ganan muchos partidos de fútbol. Yo me pregunto si de verdad el fútbol se debe basar en el dinero, en los contratos supermillonarios que nos arreglan la vida económica para siempre en un sólo año, o es el alma de los futbolistas amateurs la verdad del fútbol. Elijo esta última opción. Quizás por eso jamás intenté querer ser un futbolista profesional y decidí que era mejor ser líder amateur y poder escribir de ello o de lo que hacen los demás. Yo he visto a futbolistas convertidos en héroes multimillonarios destrozarse a sí mismos, como es el caso de George Best o Gascoigne entre otros muchos (por ejmemplo también puedo citar a Garrincha o Ronaldinho). La verdadera libertad del futbolista es, como ocurre en la vida, ser el destinatario de tu propio destino y no el impuesto por los caprichos del entrenador del club o incluso del presidente del club. Por eso jamás me planteé la idea de ser futbolista porfesional. No se necesita ni tan siquiera pertenecer a categorías de aficionados afiliados a la Federación; basta y sobra, muchas veces, con juntarse dos equipos, tener un balón, poner unos montones de ropa como portería imaginaria y empezar a jugar. Te das cuenta, entonces, que al no depender de ningún horario (los profesionales dependen de 90 minutos y los que añada el árbitro y dependen de las decisiones del árbitro y de las decisiones del entrenador) y pasa el tiempo, las horas se acumulan y sigues jugando y luchando por obtener la victoria que te servirá para poder luchar de la misma manera en la vida. La verdadera libertad de un futbolista comienza en ti mismo, se transmite a los demás compañeros y termina otra vez en ti mismo. Para dirigir a un equipo aficionado no es necesrio ni tan siquiera tener un entrenador, basta con que seas líder y tus compañeros te traten como líder. Entonces te echas el equipo a cuestas (como si te estuvieses echando la vida a cuestas) y empiezas a dirigir no con el lenguaje de la voz gritona del entrenador sino con el lenguaje de los gestos silenciosos y el saber compenetrarte tanto con tus compañeros que parece como si estos estuviesen leyendo tus pensamientos. Esa es la mejor manera de salir muchas veces vencedor en un partido de fútbol. Y si llega alguna derrota o algún empate inesperado no es necesario sentirse fracasados. El fracaso no existe si tú no quieres que exista. Existe la derrota pero nunca el fracaso. Eso es lo que un líder debe de conocer para comprender la responsabilidad de serlo. Esa es, también, la vedadera sensorialidad del futbol cuando aplicamos los ocho sentidos en él. Sí. He dicho claramente los ocho sentidos. Algunas veces ya expliqué esto. El equipo que sabe usar los ocho sentidos puede ser inferior en teoría pero muchas veces sale vencedor en la contienda. Sólo es cuestión de que el líder sea capaz de hacérselo entender al resto de los compañeros. También para poder triunfar en todas las áreas de la vida es necesario aplicar ocho sentidos. Esa es la diferencia que existe entre los que tienen fe y los que no la tienen.

Existe un sentido innato en la forma y en la manera de controlar un balón, de esperar unas décimas de segundo para poner el cerebro en funcionamiento y de saber qué clase de pase debes dar (corto, medio o largo) para traspasar la barrera de los rivales. Es muy importante saber que la vida es parecida. A veces es necesaria la corta distancia, a veces la distancia media es lo conveniente y a veces lo más prudente es la distancia larga. Es lo que hace que el balón impulsado tenga la suficiente magia acrobática (y no me refiero a las inñutiles "bicicletas" y a las no menos inútiles "cascaritas" que de nada sirven para la práctica del fútbol dentro de la cnacha) sino ese pase que ha sido elaborado en el pensamiento de nuestro cerebro. Es neceario, para tirunfar en el fútbol y en la vida, tener el pensamiento caliente y la sangre fría y no como está ocuriendo en este mudno equivocado de la sangre caliente y el cerebro frío. Cuando la sangre se caliente sucede la violencia (en el fútbol y en la vida) y cuanod el cerebro se enfría se congele el corazón (en el fútbol y en la vida). Con un cerebro caliente y la sangre fría puedes hasta dar un taconazo hacia atrás, mirando al infinito que tienes por delante, y producirse el milagro de ir a parar directamente a las botas de uno de tus compañeros en vez de en las botas de un rival. Para ello hay que pasar muchas horas de sacrificio estudiando posiciones estratégicas, zonas del campo, colocación indispensable: lo mismo que en el amor. ¿Estoy hablando de una filosofía futbolística?. No. Estoy hablando de una filosofía de la vida a través del fútbol.

Y todo esto produce un combate que resulta inmortal porque los equipos derrotados son los que mueren pero los equipos vencidos son los que se saben levantar y obtener la victoria final (pongamos el ejemplo de lo que está pasando con España en el Mundial de Sudáfrica 2010: perdieron el primer partido con Suiza y sin embargo, por no perder la fe, van a ser los campeones finales).

Cuando nos unimos en un grupo formando un equipo de fútbol estamos ejercitando la labor comunitaria de la Comunicación Social e Interpersonal a un mismo tiempo. Por eso el equipo de futbolistas es, en realidad, un núcleo familiar donde cada jugador cumple su rol respectivo. En todo grupo siempre hay un líder nato (al igual que ocurre con las manadas de lobos por ejemplo); pero un líder verdadero nunca anula la libertad individual de sus compañeros sino que debe de entender que lo importante no es ser siempre el máximo goleador sino que se debe centrar en la causa tribal; pues la familia es, en realidad, un grupo tribal. Es importante, por lo tanto, que este grupo esté vivo y se enriquezca con las aportaciones de cada jugador sin quedarse estáticos sino que se debe entender como algo dinámico y a la vez reproductor de ideas continuas. Ambas cosas; el atavismo natural que llevamos dentro por propia voluntad de Dios y la civilización adquirda por el propio esfuerzo personal convierte al grupo en una asociación de intereses comunes (en el fútbol de carácter deportivo y en la vida de carácter ético y moral). La familia no es un sinsentido sino un sentido común de lo que debe ser un grupo con sus seguidores incluídos. Aquellos seguidores que sólo se animalizan son sólo anormalidades dentro del conjunto y hay que saber, por lo que hemos aprendido en matemáticas modernas (la teoría de los conjuntos) que se puede seleccionar un subconjunto verdadero distinto a un subconjunto falso, por eliminación de los elementos que distorsionan la unidad del conjunto (conjuntos y subconjuntos se llama a esta manera de actuar). Por eso el fútbol es idéntico, en la plantilla de un club, a la teoría de los conjuntos y los subconjuntos, traspasando o rechazando a los jugadores que no se integran en la filosofía del club porque son elementos deformativos de esta labor colectiva.

Jorge Valdano puede ser un arrebatador filósofo del fútbol lógico pero a veces emplea un discurso excesivamente discursivo y hasta barroco que puede producir confusión a la hora de poder comprenderle. Para hablar de Schuster, Muller, Evaristo, Tejada, Goywaerts, Milla o Hagi no es necesario rizar el rizo; basta con decir que tenían amor propio. Y es que el amor propio es necesario para que un futbolista pase de ser un futbolista simple a un excelente futbolista. Si el fútbol es, como dijo Kubala, "saber, poder y querer" hay que que saber cómo manejar el balón, hay quen tener el físico preparado para resistir un partido completo y hay que querer jugar cualquiera que sea la circunstancia de cualquier tipo que se produzca pero siempre con buen humor y actitud positiva. Muchos pensaránm que un líder con buen humor y sonrisas es débil. Todo lo contrario. El líder que poesee bun humor y sonríe transmite energías positivas al grupo y lo dinamiza, mientras que el serio e impertuirbable enfría al grupo y lo hunde en el pesmimismo. es importante saber entende muy bien esto para no condundirse ni confundir a ese líder que está intentando levantar la moral del equipo. Por eso es más fácil comprender la sencilla frase de Kubala que toda la parafernalia barroca de Valdano.

¿Que es ser un héroe en el fútbol?. Pongamos el ejemplo de Alfredo Di Stéfano y de Franz Beckenbauer o José Ángel Iríbar (mis tres referencias futbolísticas esenciales cuando practico el fútbol). Estos tres héroes fueron verdaderos en el fútbol mundial y supieron entrar en la leyenda a través de saber, poder y querer. Ejemplos similares podemos encontrar en Pep Guardiola o Julen Guerrero. Sabían encontrar espacios imaginarios donde no los había y sabían tocar el balón tanto en corto, en medio y en largo pase. De ellos aprendí lo suficiente y necesario para llevarlo a la práctica a nivel amateur. Algunos ni lo entienden. Lo importante es inculcarles, desde el principio, que deben saber levantar la moral propia y la moral de los compañeros y nunca traicionar el espíritu de grupo (por ejemplo huir de las ideologías y manejar las ideas libres pero ajustadas a los límites naturales para no caer en el libertinaje). Las ideas futbolísticas, así como las de la vida cotidiana, no salen de las botas de un futbolista (que son sólo los instrumentos que las transmiten) sino que nacen en el cerebro de los futbolistas y llegan a ese cerebro bombeadas por un corazón con alma. Si nos constreñimos a una ideología repetitiva y continua se nos encierra el cerebro y no somos capaces de reaccionar porque entramos en un callejón sin salida. Los equipos vencedores son los que se basan en futbolistas con ideas libres ("idealogías") aplicadas al bien común.

No es cierto que en el fútbol se hable delante de todos. Hay secretos que pertenecen a un determinado entrenador y que sólo son transmitidos a través del líder. Es como los secretos de alcoba de un matrimonio cristiano. Así se logra que los rivales sólo conjeturen mil y unas preguntas sin acertar con la verdadera respuesta. Y en cuanto a los liderazgos soy de los que opinan que, en ocasiones, todos podemos ser líder en algún momento determinado. Si en un equipo, todos los jugadores están preparados para poder ser líderes en algún momento determinado, logramos hacer un conjunto invencible. A veces un líder puede estar equivocándose sin querer; por eso es necesario que todos sepan comprender que necesita la ayuda de los demás. A eso lo llamo yo liderazgo compartido y corporativismo social.

El fútbol tiene también una virtud paradójica: cuando los aficionados pierden su personalidad y se convierten en masa es como si se tranformasen de Doctor Jekyll a Míster Hyde y entonces surge lo indeterminable; la confusión de los "frankensteines" como los llama Javier Marías. A veces es mejor que nos detengamos en ver un Albacete-Valladolid o un Salamanca-Celta de Vigo, por ejemplo, que a un par de equipos famosos donde los aficinados han despertado sus violencias. El chileno Iván Zamorano, por ejemplo, era de los jugadores que quería imponerse metiendo miedo y eso hacía que sus seguidores se convirtiesen en masa de gentes embrutecidas; mientras que Emilio Butragueño (mejor futbolista que él) nunca perdía los nervios y controlaba a sus seguidores con la paz del espíritu a través de su forma de actuar en la cancha. Otro gran ejemplo de profesional ejemplar fue, para mi, José Eulogio Gárate, que nunca se quejaba de las patadas que le daban y, sin embasrgo, sabía meter muchos goles mientras sonreía siempre. Yo aprendí de él esa virtud de estar callado en el campo (nunca me expulsaron de un campo de fútbol) al mismo tiempo que le daba alegría a mi forma de jugar y es que en el mundo de fútbol, así como en la vida, coexisten el mundo del bien y el mundo del mal. Entre ambos, una multitud de indiferentes se lavan las manos hasta que, de repente, pueden estallar violencias mortales como ocurrió, por ejemplo, hace décadas, en el Estadio Heysel (por poner uno de los muchos ejemplos que se han visto a lo largo de la historia del fútbol).

El carácter de un futbolista se inicia en la niñez; esto debe formar parte inicial de su preparación como ser ser humano antes que ser futbolista. Es en esos períodos de la infancia donde se admira a un Real Madrid, a un Barcelona, a un Valencia, a un Athletic de Bilbao... y se puede olvidar fácilmente de admirar a un Betis, a un Gijón o a un humilde Alcoyano por ejemplo o incluso a un Deprotivo Olímpico simplemente amateur. No se debe caer en ese error ni en el fútbol ni en la formación humana del niño tanto sea del género masculino como del género femenino.

Existe otra cuestión primordial en el equilibrio psicológico de los futbolistas. Poder soportar la presión añadida de la masa que vocifera y poder saber dominar su carácter propio. Muchos futbolistas, por estas cuestiones, son rápidamente expulsados nada más pisar la cancha deportiva. A ambos factores negastivos es necesario superarlos con temple y naturalidad espontánea y no forzada, son serenidad y no respondiendo a la provocación externa. El otro tema primordial es el miedo escénico que a algunos futbolistas les produce el actuar ante las multitudes, al igual que ocurre, por ejemplo, en una función de teatro. Ambas experiencias he podido experimentar saliendo bien librado de ambas. Y es que el carácter tranquilo y sereno, pero firme y fuerte a la vez, te guía a superar cualquier escenario amenazador de violencia o de provocación. La psicología del buen futbolsita debe ser una psiquis firme y constante, serena y a la vez valiente y no olvidar nunc ael buen humor que me pàrece algo fundamental para trtansmitir valores de empatía. Jamás un líder debe enardecer a su propio equipo al "juego sucio". El "juego sucio" es el mal del fútbol; mientrras el "juego limpio" o "fair play" es el bien del fútbol. Un verdadero líder nunca se aleja del "juego limpio" ni responde a las provocaciones y si alguna vez lo hace debe estar preparado para inmediatametne corregir y encauzar la posible violencia. Otra cosa importante es tomarse el fútbol con buen humor. Cuando un compañero falla no se debe mostrar el malhumor ni el desprecio al compañero sino animarle a que lo vuelva a intentar y a que no se arrepienta nunca de intentarlo cuantas veces sean necesario. Eso consiste en levantar la moral del compañero y elevar su autoestima propia. Un buen jugador puede llegar siempre a ser un excelente jugador pero un mal jugador nunca dejará de ser mediocre. Y eso nada tiene que ver con la cantidad de copas, trofeos o medallas conseguidas (pongamos por ejemplo a Maradonna).

¿Por qué no valorar más un Numancia 2 Logroñés O que un Real Madrid 12 Elche o?. Eso es otro error de muchos aficionados que sólo se fijan en los marcadores. Un Real Madrid 12-Elche 0 puede ser totalmente intrascendente para la Liga mientras que el Numancia 2-Logroñés 0 es tan trascendente que hace bajar a Segunda A al equipo que ha perdido. Por eso hay cosas absolutas y hay cosas relativas tanto en el fútbol como en la vida. Los narradores futbolísticos, colegas deportivos míos, a veces se fijan solamente en los guarismos del marcador numérico mientras que el verdadero marcador trascendental es que, sea cual sea el resultado (a veces es mucho mejor un solo gol que una goleada) sea verdaderamente trascendente y sirva para quedar campeones. Cada espectador, y los periodistas siempre somos solo espectadores que transmitismos nuestras subjetividades, es eso, una subjetividad... pero exite un componente totalmetne objetivo: el gol trascendental. Yo recuerdo que jugando en el Deportivo Olímpico contra nuestro máximo rival, temporada 1965-1966, tuvimos la oportunidad de ganarles en los dos partidos más trascendentes para nosotros y fue sólo por 1-0 en ambas ocasiones (recuerdo que en el partido de ida di el pase de gol a un compañero y en el partido de vuelta fui yo el quen marcó el gol porque lo importante no es quien lo marque sino que el gol sea trascendente). Aquella temporada fuimos el equipo revelación aunque no fuimos los campeones en la Liga ni en la Copa, pero obtuvimos algunos resultados tan espectaculares que el Campeón (San Federico de Madrid) nos eleigió como rival para las fiestas veraniegas de su Colegio). Si. Jugamos aquel partido con muchos suiplentes en nuestras filas. Era lógico que perdiésemos. Pero perdimos por un resultado muy ajustado (creo que fue por 2-0) pero aquel día comprendí algo esencial que yo llamo "la parábola de la parábola". Si. Fue una parábola perfecta y espectacular pero aunque iba al mismo ángulo de la porteria no fue gol. No me decpecioné en absoluto porque comprnedí que debía mostrarme líder y aprender que hasta un pertero rival tiene derecho a su momento de gloria. No me importó. NO solté ninguna palabra fea ni de desánimo. Sólo admiré aquella forma de despejar la parábola a córner. Ahora sólo puedo decir : "Disparo de gol inevitable perdido en las ilusiones rotas". Sin embargo no nos rompimos. Aquello fue un aprendizaje para cada uno de nosotros. Fue la última vez que jugamos juntos y cada uno siguió su progresión humana pero habíamos demostrado que una derrota no es nunca un fracaso sino, muchas veces, el inicio para el éxito final. Que es lo que preveo, valga la oportunidad, que va a suceder en el Campeonato de Sudáfrica 2010. España, que perdió el primer partido ante Suiza será, seguramente, el campeón al final. Porque, al igual que nosotros en aquel año de 1966 no nos rompimos. De verdad que sólo al final recibimos las felicitaciones del San Federico.

No lo olvidemos nunca: saber-querer-poder. Eso es lo fundamental para ser primero un ser humano, después un atleta y al final un futbolista. Porque el deporte-rey (aunque muchos así lo creen) no es el Fútbol sino el Atletismo. Y os lo dice alguien que paracticó mucho Atletismo y también algo de artes marciales no para ser violento, pues existe el Juramento Olímpico y el Juramento en las Artes Marciales de no utilizar la violencia nunca salvo en casos de tener que defender la vida propia o de algún ser que está en peligro. Y es que en caso contrario perdemos la categoría alcanzada y se nos retira la licencia y el carnet. No es importante para nadie saber qué clase de judoca soy... sino saber qué clase de cristiano soy...

No aceptar nunca la palabra fracaso es sinónimo de valentía para no ser derrotadopor ningún rival. Este sentimiento es importante y vital para el fútbol y la vida. Entre la derrota y el fracaso existe todo un mundo que conduce a la victoria final. Asi como el mundo de la Simple Apariencia (que es engañoso) y el Mundo de la Realidad Mágica y Cristiana que es el mundo de la Libertad y no el Libertinaje. "Ser o no ser" dijo Shakespeare. Ser o no ser futbolista y ser o no ser persona humana. Es aprendizaje de mis lecturas de Jesucristo.
Diesel06 de julio de 2010

1 Comentarios

  • Lis

    HOLA DIESEL UN PLACER LEER SUS TEXTOS. FELICIDADES X LA COPA DEL MUNDO QUE SE LA LLEVO SU PAIS EXITOOOSSS

    14/07/10 11:07

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