Yo recuerdo tu angustia prendida sobre las ramas de un árbol lloroso del bosque; sollozando, doliente por la vida misma. Y era única tu soledad y de largo recorrido, como la memoria del torrentoso río en que se posaban tus lágrimas ácidas. Yo recuerdo esa tu tristeza envuelta en la nebulosa de la tarde que caía, lentamente sangrante, sobre la silueta del viejo campanario y cómo el tañer de las campanas te producia un dolor entrañable en el corazón. Recuerdo que tu dilema era la desesperanza reflejada en un rostro con pena.

Recuerdo cómo, poco a poco, moría tu sonrisa en medio de un mundo que no te conocía lo suficiente y por ello te crucificaba como antes lo habían hecho con el hijo del carpintero de Nazaret.

Y ahora ese recuerdo se queda lejano cuando te veo pasear alegre y abrazada a tu amor soñado. Ya estás rodeada de fiesta en todo tu camino. Y me alegro por ello y el recuerdo de tu angustia pasada ya bajó de las ramas del árbol y se evaporó en las acuosas humedades que se llevaron las antiguas nubes grises de tu vida...

Ahora ríes y eres feliz. Y yo, por ello, le doy gracias a Dios y te invito a pasear por el alegre camino de los años que aún te quedan por vivir.

!Mira ahora el espejo de tu vida actual, Ruth!. ¿Ves cómo es verdad que se producen milagros en medio de este mundo incrédulo y materialista que muchos se empeñann obcecadamente en decir que es el único que existe?. No. Ruth, tú has comprobado ya que existen muchos mundos dentro de este mundo... porque cada ser humano es un mundo diferente.

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