Ateo
muy buen analisis de arlt diesel. un gusto intercambiar asi. te mando de regalo una de mis aguafuertes favoritas de arlt. se llama la tragedia de un hombre honrado. vos sabes que arlt era comunista, fue redactor del periodico bandera roja en el segundo lustro de los '30 y expulsado del mismo por su desobediencia literaria -que rechazaba los recursos del realismo socialista impuestos por el stalinismo- y su linea pol?tica ultraizquierdista que distaba de la pol?tica del PC de hacer frentes populares. Arlt vivia en pensiones baratas, era alquimista y cultivaba el mundo de la marginalidad y el proletariado porte?o con pasi?n de antropologo. ahi va el aguafuerte
Aguafuerte de Roberto Arlt
LA TRAGEDIA DE UN HOMBRE HONRADO
Todos los d?as asisto a la tragedia de un hombre honrado. Este hombre honrado tiene un caf? que bien puede estar evaluado en treinta mil pesos o algo m?s. Bueno: este hombre honrado tiene una esposa honrada.
A esta esposa honrada la ha colocado a cuidar la victrola. Dicho procedimiento le ahorra los ochenta pesos mensuales que tendr?a que pagarle a una victrolista. Mediante este sistema, mi hombre honrado economiza, al fin del a?o, la respetable suma de novecientos sesenta pesos sin contar los intereses capitalizados. Al cabo de diez a?os tendr? ahorrados...
Pero mi hombre honrado es celoso. ?Vaya si he comprendido que es celoso! Levantando la guardia tras la caja, vigila, no s?lo la consumici?n que hacen sus parroquianos, sino tambi?n las miradas de ?stos para su mujer. Y sufre. Sufre honradamente. A veces se pone p?lido, a veces le fulguran los ojos. ?Por qu?? Porque alguno se embota m?s de lo debido con las regordetas pantorrillas de su c?nyuge. En estas circunstancias, el hombre honrado mira para arriba, para cerciorarse si su mujer
corresponde a las inflamadas ojeadas del cliente, o si se entretiene en leer una revista. Sufre. Yo veo que sufre, que sufre honradamente; que sufre olvidando en ese instante que su mujer le aporta una econom?a diaria de dos pesos sesenta y cinco centavos; que su leg?tima esposa aporta a la caja de ahorros novecientos sesenta pesos anuales. S?, sufre. Su honrado coraz?n de hombre prudente en lo que ata?e al dinero, se conturba y olvida de los intereses cuando alg?n carnicero, o cuidador de ?mnibus, estudia la anatom?a topogr?fica de su tambi?n honrada c?nyuge. Pero m?s sufre a?n cuando el que se deleita contemplando los encantos de su esposa es alg?n mozalbete robusto, con bigotitos insolentes y espaldas lo suficientemente poderosas como para poder soportar cualquier trabajo extraordinario. Entonces mi hombre honrado mira desesperadamente para arriba. Los celos que los divinos griegos inmortalizaron, le desencuadernan la econom?a, le tiran abajo la quietud, le socavan la alegr?a de ahorrarse dos pesos sesenta y cinco centavos por d?a; y desesperado hace rechinar los dientes y mira a su cliente como si quisiera darle tremendos mordiscones en los ri?ones.
Yo comprendo, sin haber hablado una sola palabra con este hombre, el problema que est? encarando su alma honrada. Lo comprendo, lo interpreto, lo "manyo". Este hombre se encuentra ante un dilema hamletiano, ante el problema de la burra Balaam, ante... ?ante el horrible problema de ahorrarse ochenta mangos mensuales! Son ochenta pesos. ?Saben ustedes los bultos, las canastas, las jornadas de dieciocho horas que ?ste trabaj? para ganar ochenta pesos mensuales? No; nadie se lo imagina.
De all? que lo comprendo. Al mismo tiempo quiere a su mujer. ?C?mo no la va a querer! Pero no puede menos de hacerla trabajar, como el famoso taca?o de Anatole France no pudo menos de cortarle unas rebarbas a las monedas de oro que le ofrec?a a la Virgen: segu?a fiel a su costumbre.
Y ochenta pesos son ocho billetes de a diez pesos, diecis?is de a cinco y... diecis?is billetes de a cinco pesos, son plata... son plata...
Y la prueba de que nuestro hombre es honrado, es que sufre en cuanto empiezan a mirarle a la c?nyuge. Sufre visiblemente. ?Qu? hacer? ?Renunciar a los ochenta pesos, o resignarse a una posible desilusi?n conyugal?
Si este hombre no fuera honrado, no le importar?a que le cortejaran a su propia esposa. M?s a?n, se dedicar?a como el c?lebre se?or Bergeret, a soportar estoicamente su desgracia.
No; mi cafetero no tiene pasta de marido extremadamente complaciente. En ?l todav?a late el Cid, don Juan, Calder?n de la Barca y toda la honra de la raza, mezclada a la terribil?sima avaricia de la gente del terru?o.
Son ochenta pesos mensuales. ?Ochenta! Nadie renuncia a ochenta pesos mensuales porque s?. ?l ama a su mujer; pero su amor no es incompatible con los ochenta pesos.
Tambi?n ama su frente limpia de todo adorno, y tambi?n ama su comercio, la econom?a bien organizada, la boleta de dep?sito en el banco, la libreta de cheques. ?C?mo ama el dinero este hombre honrad?simo, malditamente honrado!
A veces voy a su caf? y me quedo una hora, dos, tres. ?l cree que cuando le miro a la mujer estoy pensando en ella, y est? equivocado. En quien pienso es en Lenin... en Stalin... en Trotzky... Pienso con una alegr?a profunda y endemoniada en la cara que este hombre pondr?a si ma?ana un r?gimen revolucionario le dijera:
?Todo su dinero es papel mojado.
28/03/09 05:03